En una mañana cualquiera, un rayo de sol impactó sobre mi cara de mierda, despertándome otro puto día más, que, ¿creías que esta mierda iba a ser tipo novela? Esta es mi historia y me la follo como quiero, además, pum, te acabo de romper la cuarta pared, bueno sigamos; en eso mis abuelos llegaron a mi habitación, algo preocupados, o eso vi en sus rostros.
-Esteban, hoy es el día.
Me dijo mi abuela con una voz temblorosa y triste.
-Si, lo se, os quiero.
Dije en un tono suave, medio dormido y casi derramando una lágrima.
-Pero escuchadme una cosa, jamás y digo jamás, volveré a dañar a nadie e intentaré obedecer a todo lo que ellos me digan.
Dije ya con lágrimas en mi rostro, pero mis abuelos al decir esas palabras se miraron fijamente y mi abuelo soltó un leve suspiro.
-Te quiero, Esteban.
Dijo mi abuelo mientras me abrazó con fuerzas.
Luego de desayunar, sobre las 10:30 de la mañana, me fijé en que mi hermano bajaba las escaleras, al verme, su expresión cambió a una leve sonrisa, mirándome a los ojos dijo:
- Cuídate Esteban, sabes que siempre estaré para lo que necesites, aún que estemos lejos, somos hermanos y siempre estaré junto a tí.
Este procede a irse de nuevo arriba, seguramente bajó solo para despedirse, era muy joven para entenderlo todo en ese momento.