Luego de darse un baño caliente, se puso su segundo traje favorito. El primero estaba en la montaña de ropa sucia de la que se encargaría el próximo fin de semana. Agarró el perfume de Carolina Herrera y salió. Logró aplicarlo de camino al ascensor. Ya adentro, aprovechó el viaje de 13 pisos para guardar el envase en su mochila e intercambiarlo por su caja de cigarrillos.
Al salir de la torre, se apuró a prender uno y se entregó a su efímero placer. Nadie sabe exactamente cómo pasó, pero en esas 9 cuadras que caminaba hacia su empleo, algo salió mal. Lo cierto es que ese día terminó con un yeso en la pierna izquierda.
Los días que siguieron fueron algo solitarios. Tortuosos para él que disfrutaba de la socialización como nadie más. Le gustaba gustar, le gustaba la adrenalina de conocer a alguien nuevo y le gustaba el desafío de la primera impresión.
Entre la cama y el sillón, los días pasaban lentamente. Ocasionalmente iluminados por la visita de su mamá, sus compañeros de trabajo o sus amigos.
El ruido en su mente y el silencio que lo rodeaba lo llevó a, en uno de esos días grises, descargar nuevamente las aplicaciones de citas. Necesitaba probarse a sí mismo que el pasado ya no le importaba. Que las voces en su cabeza no eran fantasmas sino simples memorias. Y llegó la oportunidad.
Casi como si fuera el destino, dio con una cara conocida. Inmediatamente decidió hablarle. La actitud desenfadada y el humor algo infantil de ella llegaban a él como una suave y refrescante brisa.
Quería verla, pero su pierna afectada le impedía moverse más que unos cuantos pasos. A medida que transcurrían los días, contaba los minutos para poder invitarla a salir. Pero aun así, mientras más se acercaba el momento de que le quitaran el yeso, más nervios le daba dar el paso. ¿Sería capaz de mejorar o estaría condenado a la inmovilidad?
Finalmente llegó el día, el yeso se fue, aunque todavía le quedaban semanas de cuidados y kinesiología. Esa noche, invitó a uno de sus amigos a casa para celebrar. Jugaron videojuegos, escucharon música, comieron y tomaron cerveza. Se tomaba el tiempo cada tanto de hablar con ella, no quería arriesgarse a perder su interés.
Eran las 9:22 cuando se despertó junto a ella.
Una vez más había terminado en esta situación. Le había tocado el timbre a las 5:30 de la mañana, borracha, y no se había podido negar. No podía dejarla así. No quería estar solo. No quería sentir su parálisis pero sin embargo ahí estaba. Volviendo al pasado una vez más. Aliviando el dolor con más dolor.
Cuando ella despertó, él fingió estar dormido. No sabía qué decirle, no sabía qué hacer. No sabía si quería volver a verla, mucho menos si quería volver a empezar lo que ya sabía que no funcionaba, pero la tentación era muy grande. Ella fue al baño, se vistió y salió de la casa en silencio. Al escuchar cerrarse la puerta del pasado, buscó el celular y le escribió un mensaje de buenos días a su presente.
Entre bocanadas de mentol escribió unas palabras que concretaron una cita para esa misma tarde.
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Episodios
Short Story- Fragmentos de un sueño lúcido - [EN PAUSA] ¡Todos los lunes, un nuevo episodio! "Episodios" es una serie de microrrelatos que están íntimamente relacionados entre sí. Así que animate a leer uno tras otro 🙌🏻 Cualquier similitud con tu experienci...