Después de varios días de encontrarnos en una aplicación, él dio el paso y me invitó a tomar algo.
Fue una de esas coincidencias que parecen destinadas. Alguien que solía pasar frente a mis ojos diariamente pero se veía lejano. Y sin embargo, ahí estaba, preparándome para verlo en una cita después de trabajar.
Yo trabajaba en un café y él era mi cliente. Solía venir a almorzar. Yo recordaba su nombre y su sonrisa. Era la sonrisa más grande y bonita que había visto en mi vida.
Cuando lo vi en la aplicación, no sabía qué esperar, pero todo se dio de manera muy natural. Teníamos gustos parecidos, intereses en común y ganas de encontrar un propósito en el mundo que nos rodeaba.
Cuando me preguntó por chat si quería ir a tomar un café, no pude evitar reír y propuse, en cambio, ir a una casa de té. Lo aceptó de muy buena gana.
Cuando llegué me puse muy nerviosa. Era la primera vez que iba de estar con él frente a frente sin que fuera un cliente. Por primera vez tenía que ser yo misma, descontracturada y sin un guión. Era aterrador.
¿Le gustaría mi forma de ser? ¿Le importaría el tipo de ropa que llevaba? ¿O mi poder adquisitivo? ¿Sería esta la primera y única vez que lo vería fuera del trabajo? ¿Podría ser la última vez que lo vería en mi vida si esta cita no resultaba bien? ¿Cómo puede resultar bien una cita?
Allí estaba, mirándome de reojo mientras leía el menú y sonreía tímidamente, mientras yo me sentía inundada por todas estas dudas al tiempo que fingía tener problemas para elegir mi té.
Finalmente escogí el de jazmín. Mientras esperábamos, noté que él estaba tan nervioso como yo y eso me dio cierta confianza. Hablamos de la locura de habernos encontrado y de lo mucho que agradecíamos esa suerte. Hablamos durante horas, hasta que cayó la noche.
Una vez nos vimos forzados a dejar nuestra mesa, no queríamos volver a casa. Inventamos lugares que queríamos ver, caminamos por Corrientes, por Avenida de Mayo, por 9 de Julio, por Florida. Se nos terminó el tiempo antes que las palabras. Era una noche fría, que recomendaba volver a casa.
En la calle Florida, esquina Córdoba, esperábamos el semáforo. Para ese entonces ya tenía mi brazo entrelazado con el suyo desde hacía un kilómetro. Él me miró fijamente, me miró directamente a los ojos y no pude pensar en nada más. Eran brillantes, oscuros, y me observaban como si supieran que podían generar una electricidad en mí. Lentamente se acercó y me besó.
Fue un beso de esos que no te muestran en las películas. En general, los primeros besos son perfectos en la ficción. Este no fue así, estuvo lejos de ser perfecto. Pensé que él tenía una forma rara de besar, pero igualmente me gustó porque era él.
Me despedí muy a mi pesar y pensé en ese beso durante todo el viaje. Poco tiempo después de entrar a casa y saludar a mi mamá, recibí un mensaje de él preguntando si había llegado bien.
Hablamos por chat un par de horas más hasta que me quedé dormida.
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Episodios
Kısa Hikaye- Fragmentos de un sueño lúcido - [EN PAUSA] ¡Todos los lunes, un nuevo episodio! "Episodios" es una serie de microrrelatos que están íntimamente relacionados entre sí. Así que animate a leer uno tras otro 🙌🏻 Cualquier similitud con tu experienci...