Paz y tranquilidad... ¿Quién no anhela el poder tener dicha sensación a su antojo?. Sentarse en un lugar cómodo, sin distracción alguna mientras disfrutas las suaves caricias de la brisa que despeina tu cabello con delicadeza, mientras de fondo el sol con sus luces tenues color naranja da un ambiente relajante y digno de admirar. Estar seguro de que podrás tomar las riendas de tu camino, que será sencillo, que podrás hacer lo que sea si te lo propones. Sin preocupaciones, sin riesgos, nada en que pensar, dejar los problemas a un lado y poder respirar con libertad.
Pero está no es la suerte de estos chicos.
— ¡Corran más rápido! ¡Esa cosa sigue acercándose! —Gritaba un alterado chico Noruego mientras corría desenfrenadamente—
Era un hecho de que ya habían pasado por situaciones similares a esa, pero el que una roca gigante estuviera tras de ellos rodando sin control y sin poder hallar salida alguna, no era muy agradable que digamos.
8:45 p.m. Templo subterráneo, en algún lado de Londres; Inglaterra
El pasillo era algo estrecho, pero parecía que aquella rocosidad tanto redonda como gigante pasaba sin problemas. Las paredes parecían decoradas con aquellos hermosos jeroglíficos, eran bonitos, pero no había tiempo de admirarlos. Aún así, el amante de espejos se detuvo un momento a observar con cuidado como si fuera una obra de arte reconocida en la galería más famosa de todas. Fue tanta su admiración que solo un regaño más que una advertencia de su amigo castaño lo sacó de su trance de inmediato, al escucharlo empezó a correr de nuevo procurando no ser aplastado.
Fue su sorpresa al darse cuenta de que su zapato estaba desatado, decidió agacharse para atender su descuido, siendo alguien mayor aún no sabía atarse bien sus cordones pero valía la pena el intento. Un nudo aquí, cruzar acá, cruzar de nuevo y ajustar y... ¡Oh!. Se desataron los cordones, hay que comenzar de nuevo. Después de varios intentos aún no lo conseguía por más que repitiera los mismos pasos, al sentir que la roca gigante estaba cerca solo frunció el seño y colocó un dedo en frente para detenerle.
— ¡Dame un momento! —Dijo concentrándose en cómo hacer un nudo perfecto, la rocosidad se detuvo como teniendo conciencia mientras le observaba desde su lugar el continuo fracaso del pecoso— Y... ¡Ya!. ¿Ven? Lo hice ¡Yo solito! —Posó sus manos en su cintura, con una sonrisa orgullosa y los ojos cerrados, el pecho inflado y la mirada en alto. Cualquier pequeño logro era bueno para él.
— Ejem —Un carraspeo por parte de la roca lo sacó de su orgullo momentáneo—
— ¡Oh! Lo lamento, permítame... —Carraspeó con ojos cerrados— ¡AHHHH! —Se preparó y corrió como alma que lleva el diablo—
La roca pareció analizar un momento la situación tratando de procesar todo para después recordar su labor de aplastar intrusos, rodando peligrosamente hacia los chicos una vez más. El de pecas alcanzó a sus amigos mientras se apresuraba a correr más rápido pues como diría él; "su linda carita no debía recibir daños". El Noruego quería pensar en una solución, pero no era muy bueno cuando de trabajar bajo presión se trataba, por algo el cargo de líder rechazó tantas veces. Mientras los demás corrían como atletas olímpicos él iba en último lugar por descuidar un poco su condición.
— Joder, ¿Por qué a mí?... —Se quejó—¡Te maldigo tocino! ...No no, no puedo culpar al tocino... ¡Te culpo a tí, Edd! —Gritó una vez más pero la molestia que sentía se desvaneció ante la expresión de su amigo; llena de molestia, tan fría como para helarte los huesos y tan tenebrosa para hacete temblar, como de esas miradas que solo una madre puede dar.
— ¿Asustado commie? —Habló otro chico tratando de bromear aún en esa situación. Dichoso chico curiosamente no tenía ojos o eso hacía parecer, aveces ese detalle daba un poco de miedo y el hecho de sí sus ojos eran negros o eran cuencas vacías era todo un misterio.
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Reloj de arena
Fiksi Penggemar¿Qué mejor que embarcarse en una aventura con tus amigos, reconciliarte y descubrir misteriosos secretos en un vieja pirámide-- templo-- ¡Lo que sea! Todo parece ir de maravilla, lamentablemente nuestros queridos protagonistas no se salvan de los pr...