04.

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Iba a voltearse, pero quien tenía en frente volvio a tomarle de los brazos ー ¡Suéltame, Bob!



Lo soltó inmediatamente, y el rubio lo observó directamente, con furia.


ー ¿¡Qué demonios te sucede, Bosip?! ー elevó bastante la voz, sorprendiendo al de sudadera amarilla.


Un escalofrío hizo que todo el rostro del nombrado combiara, a uno inexpresivo.


ー Nada.


ー No intentes mentirm...ー fue interrumpido.


ー ¡Nada! ¿¡Está bien?! ¡Deja de hacer como si estuvieras preocupado, porque se que no lo estás!ー lo obsevó un momento, con total odio, y luego se encerró en su cuarto, otra vez azotando la puerta.


El de cabellos azules se quedó de pie, sólo, en medio del pasillo, con la mirada perdida. Mientras, el de camisa amarilla se lanzó a su cama, abrazando una almohada, y mirando el techo.


El medio delicado agarre que había puesto Bob sobre su muñeca era encantador, sus suaves manos eran todo lo que él pedía casi siempre.


No entendía el porqué no podía ser alguien normal frente a él. Intentaba serlo, y deseaba serlo, pero algo dentro de él cambiaba todo en el momento exacto.


También suspiró pesado. Se puso a pensar bien aquella situación, con más paciencia.


Lo más probable es que si no le gubiera gritado, el de mechones azules hubiese descubierto su secreto, aquél que llevaba tiempo ocultando tan bien, aunque últimamente se había puesto muy difícil. Casi siete meses.


Cada día ーsegún élー decoraba su brazo con una linea nueva. Ya no le dolía hacércelas, se había aconstumbrado a ese dolor, hasta el punto de que le satisfacía.


Extraño, pero genial.


Deseaba jamás haber empezado con ello, ya que aquellas marcas ya no se irían jamás.


Temía que Amor supiera de aquello, y se decepcionara de él. No quería que eso sucediera, en especial por que lo consideraba un hermano, quien se había esforzado un montón en hacer sonreír al rubio.


A beves incluso sentía que el suicidio parecía bien, aunque despúes reaccionaba a todo el daño que dejaría hecho.


Seguramente el único feliz sería el estúpido de sudadera amarilla. Aquél que tanto amaba.


Era inevitable, por más que quisiera lo contrario. Bob lo odiaba, y es que el de mechas azules tenía más claro que lo hacía, no recuerda bien el porqué, pero ya es algo irremediable. Triste que jamás hubiese intentado cambiar.


Luego de un rato de pensar y pensar, no se dio cuenta que había caído dormido.


Aquél día, algo se despertó en Bosip.


"Una cortada"
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