Capítulo 1. Mis padres

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Me levanto como todos los días de clase a las 6:30, necesito mi rato en el baño ya que sin un baño relajante con esencias de jazmín no puedo ser capaz de aguantar el día entero. Tras mi momento zen voy envuelta en la toalla al armario para elegir un conjunto que no me apriete ni marque nada, no quiero escuchar que me llamen morcilla embutida o cosas así, sí, ya hasta yo me pongo motes para ser consciente de lo que me espera.

Elijo un pantalón vaquero de pata de elefante, ya sé lo que me van a decir pero es que los demás son ajustados o a mí me quedan así por desgracia, y una blusa blanca con un volante en la cintura al menos no se me marcan las lorzas de la cintura. Sé que debería de vestir como yo quisiera y olvidarme de ellos pero ya no soy capaz, ya han sido muchos años así y no puedo cambiar la verdad. Me pongo mis zapatillas blancas de flores rojas y una chaqueta vaquera abierta si la cierro no puedo moverme bien.

Tras peinarme con una coleta alta y dejarme dos mechones sueltos a ambos lados me coloco mis gafas que para el instituto las llevo, suelo sentarme atrás del todo y me cuesta ver la pizarra bien, es obvio porque me coloco detrás, así no escucho murmullos sobre mí a mis espaldas y para decirme cosas deben girarse y decirlo al menos a la cara, no vale de nada pero me hace sentirme mejor mirarlos de frente cuando lo hacen.

Bajo a la cocina y me encuentro a mis padres desayunando antes de irse, desde que nos mudamos aquí vivo en la base, mis padres son militares y se conocieron en el ejército, tenemos una casa pequeñita pero suficiente para nosotros tres, no tengo hermanos y como no tengo amigos no es incómodo desplazarse hasta aquí y dar explicación en el control, aunque pensándolo bien el muchacho de control es muy mono la verdad y muy agradable.

Carla mi niña,- dice mi padre muy serio, algo pasa, lo sé- ¿dormiste bien?.

Como siempre papi- digo mientras me sirvo un vaso de leche para los cereales.

Mi madre está muy pensativa hoy y ni siquiera me ha dado los buenos días por lo que decido preguntarle- Mami, estás muy pensativa hoy, ¿pasó algo en la base?.

Me mira con cara de pena, me estoy poniendo nerviosa- Cariño, perdóname, estoy pensando en mis cosas y ni te he dado los buenos días- algo me dice que eso no es del todo cierto- Pero tranquila no es nada malo.

Lo dejo pasar porque si no quiere hablar ahora sé que me lo dirá en breve. Termino mi desayuno y me voy a coger el bus que pasa por la puerta de la base, ya son las 8:00 y si no me apuro llegaré tarde a clase.

Adiós papi, mami, nos vemos a la noche- tengo que hablar con ellos para pedirles permiso de ir al lago para la fiesta de fin de curso, no quiero ir la verdad pero si se enteran de que no he ido por complejos me esperará una charla muy muy al estilo militar.

Se despiden de mí con la mano y salgo de casa, corro ya que el bus pasará en menos de 3 minutos y tardo en llegar andando al puesto de control donde está la parada 6 minutos.

Al llegar veo a Adrián en el puesto de control con su hermosa sonrisa y me ha parado el bus para mí, hombres así son lo que necesita cualquier mujer en su vida, ojalá fuera más mayor.

Hola Carla, llegas tarde- me dice casi aguantando la risa- casi no llegas pero le he pedido amablemente al conductor que esperara unos minutos por la muchacha más bonita de la base- sí, definitivamente quiero un novio así, que pena que nadie se fija en mí.

Le sonrío porque me falta el aliento de la carrera y para colmo ya he sudado con lo poco que me gusta eso y menos después de mi baño de la mañana. En fin, me subo al bus y voy directa al infierno diario pero gracias a Dios ya mismo se acaban las clases y comienza el verano, mi periodo favorito donde me dedico a pasear y a leer.

AHORA ES TARDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora