Capítulo 3.

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¿Qué estaba haciendo? Solo debería mantener su boca cerrada, la muchacha la observaba confundida.

—¿D-desea que me quede? —Joder, sí, quería tenerla ahí, pero ¿por qué sentía que se estaba incendiando? Tal vez era el agua que estaba tan caliente.

No, ella estaba caliente, demasiado, llevó una mano hacia su pelvis y en efecto, dura como una roca.

No podía quedarse callada como una rara, pero no tenía más palabras, ¿Qué era lo que quería de la pequeña chica frente a ella?

Joderla, por supuesto, pero eso la asustaría, no podía ser una salvaje.

—Yo —se acercó a la orilla de la profunda bañera, y estiró su mano para deslizarla entre los dedos de la otra, eran tan lindas, delgadas y había hecho maravillas en su cuerpo —te deseo, a ti —susurró viendo como la boca de la morena se entreabría y un ligero temblor sacudía su cuerpo, maldición, la había perturbado, seguro la vería como una degenerada.

La pelinegra soltó su mano para asombro de la ojiazul, aunque eso solo confirmaría sus sospechas, la vio caminando hacia la puerta rápidamente, llevó su mirada a otro lugar no quería ver el pánico en los ojos de una chica tan hermosa.

La puerta hizo un pequeño sonido, dejó presionar su cuerpo de espalda a la puerta, suspirando porque nuevamente se sentía tensa y ahora no solo en sus músculos sino también en sus partes bajas.

Saltó sorprendida cuando unos brazos rodearon sus hombros, no había escuchado a la morena acercándose, si no hubiera estado tan distraída quizás hubiera tenido un infarto.

La linda morena no dijo nada y tampoco dejó que ella dijera nada, simplemente tomó su rostro y la llevó hacia un lado para plantarle el mejor beso que había sentido en su vida.

Su hermosa boca caliente, la sintió en todo su cuerpo, sus labios llenos y esponjosos la tomaron, su lengua era maravillosa, todo en ese individuo era perfecto, sus manos sosteniendo su cara y dejándola sin aliento, quería todo de esta chica de toque majestuoso.

Se sintió frustrada hasta que se dio cuenta, la linda rizada pelinegra estaba descalza y la miraba con sus brillantes ojos seductores, abrió su camisa botón a botón, dejándola caer por sus brazos delgados, su cuerpo era curvilíneo pero entrenado, nada grotesco sino todo lo contrario, tan delicioso, sus manos picaban por estrujar la suave piel entre sus dedos y succionar cada parte.

Cuando llegó a sus pantalones ni le dio tiempo a procesar nada, tiró de ellos junto con su ropa interior y los dejó a un lado, se acercó a los pequeños escalones y se dejó sumergir junto con la rubia, le dio una sonrisa tímida y lo siguiente fue solo un borrón.

La pelinegra fue atrapada entre el musculoso cuerpo de su cliente y devorada en cada centímetro, su cuello fue succionado y mordido sensualmente, su cuerpo levantado para pasar sus brazos por el cuello de la ojiazul y sus piernas se envolvieron alrededor, pudo sentir su dureza presionando resbaladiza sobre su piel, jadeó por todo, se sintió mimada y deseada, pero sobre todo excitada, podría afirmar que estaba sudando aún bajo el agua, su cuerpo estaba en llamas.

—Bésame, por favor —la pelinegra pidió, no sintió vergüenza de mendigar por más besos, lo haría una y mil veces más con tal de recibir esos tratos que la estaban volviendo loca.

Juliana Valdés era una completa perra sumisa, era un secreto que no dejaba salir nunca, ni siquiera con sus parejas anteriores había tenido la confianza de dejarse llevar por completo, no había sentido la confianza de pedir cosas, ni expresar sus gustos, como le gustaba que la acariciaran con algo de rudeza pero no le gustaban los golpes, o las palabras sucias pero no los insultos, le gusta sentirse participativa pero no hacer todo el trabajo, era floja para eso pero podía corresponder las atenciones, se supone que el placer debía ser mutuo, nunca se había dado cuenta de que tan reprimida había estado hasta que esta mujer le pidió quedarse y quería decirle todo lo que quería que le hiciera. Cada sucia cosa.

Masajista |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora