Capítulo 6
BARAN
El camino de regreso a la hacienda transcurrió en total silencio. Miraba a Khata por el espejo del retrovisor y fui muy consiente de la rabia que desprendía su cuerpo. Me había excedido, lo supe al ver su cara un segundo después, y más, cuando de seguro ella no había tenido la culpa, pero no había podido contenerme. Volví a observarla justo cuando limpió una lágrima con rapidez, era una lágrima de enojo, de impotencia, la conocía muy bien, mas de lo que mi padre la llegó a conocer, incluso, mas de lo que ella misma lo hacía. Khata era una persona pacifica, capaz de soportar un sinfín de cosas desagradables con tal de evitar un conflicto, me lo había demostrado desde el momento en que llegó a la hacienda con cada humillación que había aguantado solo por permanecer junto a mi padre. Por eso estaba seguro que si ella había reaccionado de esa manera era porque se esas chicas se lo habían buscado y yo, la había hecho humillarse al obligarla a disculparse.—No pretendía que las cosas terminaran así. —solté aclarándome la garganta —. Sé que no tuviste culpa de nada.
No planeaba disculparme, pero sentía la necesidad de hacerle saber que estaba de su lado, aunque hace unos minutos parecía lo contrario.
Khata y yo nunca lograríamos tener una relación de hermanos, relación de ningún tipo a decir verdad. Me descontrolaba, tanto, que en ocasiones lo único que quería era alejarme lo mas lejos de ella para mantenerme cuerdo, porque si no, terminaría cayendo y eso no lo podía permitir.
Antes de que mi padre me obligara a abandonar el pueblo luego de haberle confesando la razón por la que jamás podría ver a Khata como mi hermana, ella y yo no hacíamos más que pelear, o bueno, yo peleaba y ella se quedaba en silencio. Un silencio perturbador y era todo, no había gritos, no había insultos de su parte, nada, y eso precisamente era lo que mas me enojaba.
Hace un momento me había olvidado el lugar en el que estábamos, en la situación que teníamos en frente. Fui estúpido al dejarme llevar por tenerla tan cerca y sentir que por una vez me miraba de una forma diferente a la que siempre lo hacía.
—Te odio. —fue su respuesta, fría, sin llegar a mirarme.
Asentí con las palabras resonando en mi memoria sin poder evitarlo. Lo sabía, lo único que sabía con exactitud, y yo también la odiaba. Odiaba su voz, esa que podía reconocer entre millones de personas. Odiaba su forma de ser, odiaba su olor, pero sobre todo, odiaba sus ojos, esos que me observaban con desprecio cada que me encontraba cerca. Esos mismos ojos que me atormentaban por las noches y que no podía borrar de mi cabeza al despertar.
Solté una bocanada de aire mientras volvía mi vista a la carretera. No estábamos demasiado lejos, por lo que solo me tomó conducir durante un par de minutos más para llegar. Sin embargo, no me dio tiempo ni de estacionar bien la camioneta cuando Khata ya había salido de ella dando un fuerte portazo. Apreté el volante con mas fuerza de la que pretendía, me volvería loco, eso era lo que quería, enloquecerme a su antojo.
—¡Khata! —grité, sintiendo como el enojo en mi sistema cada vez se hacía más grande.
Me apresuré a entrar al salón y lo único que alcance ver fue la sombra de su figura corriendo escalera arriba. Aceleré el paso subiendo los escalones de dos en dos y llegué justo antes de que me cerrara la puerta de su habitación en la cara con un fuerte golpe.
—Sal de mi cuarto. —me dijo entre dientes, tenía los ojos brillantes a causa de la furia.Me acerqué a ella con pasos rápidos tomándola de la muñeca al presenciar como tuvo la intención de golpearme. Una oleada de furia me recorrió al sentirla removerse entre mi agarre. Me desesperaba al punto de sentir que me volvería loco en cualquier momento. La manera como actuaba contra mí cuando se enojaba, la forma que me hablaba (cuando se dignaba a dirigirme la palabra) su sola respiración me ponía mal. La odiaba, odiaba como con las demás personas, incluso con mi madre que había una mujer desagradable con ella, siempre había tenido buen trato, con todos menos conmigo. Para mí solo tenía palabras mudas, gestos desinteresados, miradas frías, y el poder inmenso de enloquecerme hasta el punto que me dolía hasta los huesos, la mente y el alma. No sabía cómo actuar contra eso. Como soportaría tenerla tan cerca, tanto que podía sentir su frescura, su olor tan personal, tan conocido para mí. Por más tiempo que estuve lejos, las cosas no habían cambiado. Había crecido, mucho en realidad, pero seguía siendo esa jodida luz que me escandalizaba hasta el punto de detestarlo, porque muy en mi interior quería que esa luz fuera solo para mí.
—Deja de hablarme así. —le reclamé sin soltarla.
Sus ojos eran cuchillas, y el calor que desprendía su cuerpo era adictivo, como todo de ella. Su cabello largo se ondulaba detrás de su espalda y desprendía un llamativo olor floral con ciruelas rojas. El uniforme le quedaba más ajustado de lo que recordaba, su cuerpo había cambiado, tenía curvas bajo la ropa que yo desconocía, y sus labios hinchados, ligeramente humedecidos, llamándome. Me sentía como un estúpido en ese momento, un maldito imbécil que no tenía control de sí mismo.
—Lárgate. —siseó, su aliento me golpeó el cuello.
—No. —le respondí, bajando el rostro para quedar a su altura, separados por solo un par de centímetros.
—No tenías ningún derecho, Baran. —apretó los dientes —. No tienes ningún derecho sobre mí, así que lárgate en este momento.
Le sonreí levemente, la tenía aun sujeta por las muñecas y era capaz de sentir su pulso acelerarse bajo mis dedos.
—Oblígame. —susurré, muy consiente que éramos los únicos en la habitación —. Quiero verte hacerlo. —la reté, mientras soltaba una de sus manos y le rodeaba la cintura, mi mano presionó su espalda, pegando nuestros cuerpos con ese acto. Olvidándome de todo y dejando que el deseo que llevaba años consumiéndome fuera el responsable de mis actos.
Khata se sobresaltó a causa de la impresión, su mano libre terminó sobre mi pecho en un gesto delicado. Jamás habíamos estado tan cerca, de esa forma tan unidos. Me incliné, bajando mi mirada a sus labios, si solo movía la cabeza unos pocos centímetros...
Un fuerte dolor en la parte de atrás de la cabeza me hizo quejarme de dolor a la vez que la soltaba de inmediato.
—¡Que te largues! —gritó mientras me jalaba el cabello con todas sus fuerzas.
El cuero cabelludo comenzaba a dolerme y tuve que agarrarle la mano para que dejara de apretar.
—¡Suéltame! —le tomé la muñeca, pero ella seguía apretando como si no hubiera un mañana. —¡¿Estás loca?! —la agarré de la cintura nuevamente, apretándola contra mi pecho más fuerte que antes —Si no me sueltas te juro que me quedaré aquí toda la noche. —la amenacé.
Sentí otro jalón como respuesta.
—Si te suelto es para que te largues de mi cuarto. —mis dedos se clavaron en su piel por encima del uniforme y pude jurar haberla escuchado soltar un suspiro —. Para que dejes de comportarte como un imbécil.
—Suéltame el jodido cabello de una buena vez. —dije. Mi voz salió como un rugido.
—Promete que te iras. —repitió y el maldito olor a frutas volvió a embriagarme.
—Bien. —dije mientras la soltaba con lentitud, ella dio otro fuerte jalón —. Esta bien, tu ganas, lo prometo.
Ella me soltó un momento después, y con su dedo índice me señaló la puerta. Salí del lugar hecho una furia mientras apretaba los puños, esto no era a lo que me refería con tener su atención, pero, ¿Quién se creía que era para mangonearme de tal manera? ¿Para jalarme el cabello y darme ordenes sin mas? Esto no se quedaría así, y una mierda, definitivamente no se quedaría así.
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Khata © (En edición)
RomanceKhata llegó a la vida de Baran con sólo seis años de edad, con su rostro de ángel y su muñeca de trapo inseparable. Su padre: un hombre ejemplar para todo el pueblo, la trajo a casa luego de que la pequeña quedara huérfana, con la única intención de...