Capítulo 1
KHATA
—Khata. —escuché a lo lejos como mencionaban mi nombre, sin embargo, no pude distinguir de quien se trataba.
Me encontraba sentada en la esquina más alejada de la sala. Perdida en mis pensamientos, o quizás en los recuerdos. Los recuerdos de él: mi padre. El único ser sobre la tierra que me demostró que merecía amor, mi única familia y ahora no estaba.
Me encontraba con la cabeza gacha, mientras luchaba internamente por no echarme a llorar en ese mismo momento, ya había llorado demasiado. El dolor era insoportable y crecía cada vez más con el paso de los días. Cinco pares de ojos se volvieron hacia mí y me contemplaron con expresiones indescriptibles. Sentía que mis mejillas ardían por la atención y mi garganta se encontraba tan seca que no podía decir nada al respecto. Levanté el rostro, solo un par de segundos, unos ojos verdes me estudiaron con fijación y no fui capaz de sostenerle la mirada demasiado tiempo, tal como siempre me pasaba cuando se trataba de él.
—Tiene que haber un error. —había dicho Bárbara con voz enojada.
También me parecía un error, pero estaba tan metida en mis pensamientos que no era capaz de decir algo.
—¿A qué se refiere? —la voz del abogado sonaba calmada, sin embargo, mantenía los puños apretados en un intento por mantener la calma.
Era notorio que el hombre conocía a Bárbara y aparentemente no era una persona de su agrado. Pensándolo bien, esa mujer no parecía tener a alguien que la apreciara aparte de sus hijos y quizás, mi difunto padre, aunque con todas las peleas que solían tener comenzaba a dudar de este último.
—Lo que esta escuchando, es un error. —agitó la mano con su perfecta manicura en un gesto grosero —. Vuelva a leer todo de nuevo.
El lugar se quedó en total silencio por un par de segundos, luego un ruido de fastidio resonó en la sala haciendo que Bárbara fulminara con la mirada al causante con rapidez. Baran se levantó con pasos confiados hacia el escritorio ignorando la mirada de su madre.
El abogado se negó al pedido, o mejor dicho, a la orden de Bárbara mientras acomodaba sus gafas nuevamente.
—Brandon fue muy claro al momento de redactar su testamento. —colocó nuevamente el papel entre sus manos dispuesto a releer las últimas notas —. Mis bienes monetarios se repartirán a manos de mis hijos Baran y Acassia Sandemetrio en un cincuenta por ciento, como corresponde la ley. A diferencia de la distribuidora que queda en manos de mi primogénito. Por otro lado, la hacienda Sandemetrio queda en su totalidad y como su única dueña a mi hija menor Khata Sandemetrio. —mis oídos empezaron a pitar, esto no pintaba nada bien.
No solo se trataba de una propiedad, era mucho más, el escándalo que conllevaría, era la humillación que pasaría si el pueblo se enteraba. Bárbara siempre me había recordado lo insignificante que era para la familia perfecta que pretendía ser, y esto, era un golpe directo a su ser.
—No... —fue su respuesta, pero, aunque no estuviera mirándola, sabia que me estaba taladrando con sus penetrantes ojos azules.
—El señor Brandon también específica que los gastos de la menor están totalmente cubiertos y su tutor momentáneo hasta que cumpla la mayoría de edad será usted, Baran.
Levanté el rostro con rapidez al momento que la sala quedó en total silencio.
Abrí la boca para hablar, pero cambié de opinión en seguida cerrándola de golpe. Mis manos temblaban sin yo poder controlarlas, y la mala alimentación que llevaba estos últimos días comenzaba hacerse notar en mi sistema. Me sentía tan pequeña entre todos los presentes, tan asustada y abandonada, sorpresivamente no era la primera vez que me sentía de esta manera.
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Khata © (En edición)
RomansaKhata llegó a la vida de Baran con sólo seis años de edad, con su rostro de ángel y su muñeca de trapo inseparable. Su padre: un hombre ejemplar para todo el pueblo, la trajo a casa luego de que la pequeña quedara huérfana, con la única intención de...