Prefacio

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Prefacio


26 / 07 / 2012

—¡Es una malcriada! —gritó la mujer dentro de la habitación mientras la pequeña escuchaba desde el pasillo abrazada a su muñeca.

Las lágrimas corrían por sus mejillas de una manera silenciosa. No era la primera que su padre Brandon se peleaba con su esposa por su culpa. Aunque, él le repetía que no lo era, ella a su corta edad de siete sabía que si lo era. La señora Bárbara no la soportaba y en más de una ocasión se lo había hecho saber. La pequeña por su parte trataba de no hacer cosas que la enfadaran, pero su sola presencia lo hacía.
Al igual que a Baran, su, bueno; el hijo de su papá. En más de una oportunidad le había dejado claro que no eran hermanos y que nada lo haría cambiar de parecer, al igual que con la señora Bárbara con él trataba de no molestarlos. La realidad, era que le daba mucho miedo hacer algo que ocasionara su partida de la hacienda. No quería alejarse de su hermana Accasia y mucho menos de su papá.

Sin embargo, las peleas eran más frecuentes y cada vez peores.

—Ya estarás contenta. —la voz enojada del adolescente a sus espaldas la hizo dar un brinco entre lágrimas. —Por tú culpa están peleando, como siempre.

La niña sorbió por la nariz, mientras negaba entre lágrimas.

—Yo… no quise. —dijo entrecortada mientras Baran se acercaba de manera amenazante hacia ella.

Tenía algo en la mirada, pero ella aún era muy pequeña para diferenciar algunas cosas, así que sólo creyó que era enojo.

—Todo lo que pasa es tu culpa, niña. —dijo con rabia. —Desde que llegaste a esta casa no han pasado más que cosas malas.

La niña abrazó con fuerza su muñeca haciendo que él lo notará.

—¿La quieres mucho? —dijo al tiempo que se la arrancaba con fuerza.

—¡No! —gritó ella a su vez que Marcelo, el hijo de la cocinera entraba por el pasillo al escuchar los gritos.

El pequeño era un año menor que Baran, tenía fracciones rubias y era muy dulce igual que su madre. La hacienda era muy grande y a Brandon no le importaba que viviera ahí ya que el pequeño buscaba ayudar siempre en lo que podía, y con los caballos era igual de talentoso que Baran y en más de una ocasión se lo había hecho saber. Sin embargo, para Bárbara era una total abominación que los hijos de los empleados estuvieran entre ellos como si nada, pero como siempre; para Brandon su opinión no era muy valiosa.

—¡Déjala! —exclamó parándose frente a la niña como todo un caballero.

No era primera vez que la defendía de los gritos de Baran, y tampoco primera vez que se ganaba un castigo por ello. Pero, a Marcelo no le importaba, Khata era demasiado dulce y buena para ser maltratada de esa manera y mientras él pudiera la defendería.

Los ojos del adolescente ardieron de furia ante lo que veía frente a él.

—¡Tú no te metas! —dijo con los dientes apretados. —Mejor ve a ver qué hacen los caballos o que se yo. Esto es entre ella y yo, nadie te ha llamado.

Dijo con una furia que se sentía a kilómetros.

—No voy a permitir que le hagas daño.

Khata © (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora