Mi nombre es Ema. Desde muy joven siempre fui una chica muy sexual. Me encantaba disfrutar de tocar mi cuerpo. Supongo que crecí como una chica normal. Mis padres siempre fueron muy buenos conmigo. Mi padre, era la persona que yo más amaba en este mundo. De él se me pegó el gusto irresistible por el dulce de leche. Para los que no saben, el dulce de leche es de Argentina, como el Nutella en otros países.
A partir de este dulce es que se desarrolla este relato y a partir del cual comienzo a sentir un deseo irresistible por mi padre. Él se llama Martin.
Era de noche, me desperté y no pude volver a dormirme. De repente sentí unas ganas terribles por algo dulce, y nada mejor que el dulce de leche. Bajé a la cocina, supuse que nadie estaba despierto así que no me cambié de ropa. Estaba con un bóxer y una remera de tirantes blanca. No llevaba corpiño, pues no me agradaba. Mi madre siempre me obligaba a usarlo, pero yo disfrutaba de tenerlos sin ningún tipo de control.
Me sentí en el desayunador con el pote de dulce de leche y empecé a devorarlo. No se escuchaba nada en la casa. Pero siento unas manos grandes en mi cintura. Realmente me asusté.
—Papi ¡me asustaste! -exclame, apenas dándome vuelta en el asiento. Mi padre se rio.
—¿Que estás haciendo Ema? ¿Comiendo dulce de leche sin mí? -El seguía con sus manos en mi cintura, tenía su cara al costado de la mía. Estaba sin remera y tenía un pantalón para dormir.
—Si papi, no pienso esperarte.
—¿Como que no me vas a esperar? Dame un poco, dale -Hasta ahora yo me sentía tranquila, pero su cercanía comenzó a hacer estragos en mi cuerpo. Realmente sentía sus manos a mi alrededor, su respiración en mi cuello, el calor que irradiaba su cuerpo.
A él se lo notaba muy cómodo. Tomó la cuchara, agarro un poco de dulce y se lo acercó. Él no aparta sus ojos de los míos. Comencé a ponerme nerviosa, nunca había pasado esto entre nosotros. Tenía mucho calor y empecé a sentirme excitada. Mi padre abrió su boca y comió todo el dulce. Sentí unas ganas muy grandes de besarlo, de que me toque. Pero yo era su hija y él mi padre. Lo veía imposible, supuse que la única que se sentía así era yo. Por ser joven e inexperta.
—Mmm -gimió y apretó un poco más sus manos en mi cintura. Yo me quedé sin respiración. De repente siento un beso húmedo en mi cuello, y como mi padre me abraza por detrás con un poco más de fuerzas.
—Gracias nena, necesitaba un poco de algo dulce -Yo había dejado de respirar, mi corazón latía. Mi vagina empezó a mojarse. Y él seguía detrás de mí. Yo sentada y el parado detrás.— ¿Vos no vas a comer más Ema? -exclamó. Yo solo pude asentir, no podía hablar. El agarró la cuchara puso dulce en ella y me lo ofreció.— Esto me hace acordar a cuando eras más chica y te daba de comer. Vamos Ema, abrí la boca.
Como autómata la abrí, engullí el dulce de leche y me lo comí todo. Papá dejó la cuchara en el desayunador con un poco de fuerza de más. Una de sus manos bajó hacia mi rodilla y comenzó a subir muy despacio. Fui consciente de la erección que sentía en mi espalda, de lo fuerte que me apretaba a su cuerpo. La otra mano estaba debajo de mis pechos. La mano en la rodilla subió por mis muslos. Yo estaba muy agitada y mojada. La mano llegó al bóxer que tenía.
—Mmm Ema, se siente todo lo mojada que estás. Ni siquiera tuve que meter la mano -Yo gemí despacito cuando el metió la mano dentro y tocó la extensión de mi vagina. Moví un poco el cuerpo buscando generar presión en mi clítoris.— Estas muy mojada nena -Sentí un beso en el cuello de nuevo. La mano que tenía en mis pechos, ya más atrevida, empezó a tocarlos directamente. El gemía de satisfacción. Yo necesitaba que el meta un dedo en mí, como cuando yo lo hacía en mi habitación.
—Papi... -lo dije agitada y jadeando. Él solo gruñó, comenzó a balancear sus caderas en mí.— Papi... necesito...
—¿Que nena, que necesitas? -El mete su dedo en mi agujero, lo hace despacio, pero con firmeza.— ¿Esto necesitabas? Sí, yo sé que esto querías.
—Si papi -Gimo más fuerte cuando él comienza a acelerar los movimientos. Él me calla, de repente soy consciente de que mi madre puede bajar en cualquier momento y encontrarnos. Eso me excita mucho más.
—Movete Ema, follate mis dedos -Comienzo a mover mis caderas más fuerte, buscando llegar al clímax. Él sigue tocando mis pechos, besa mi cuello con fuerza para dejarme un chupón. Sus caderas empujan mi cuerpo. Yo comienzo a sentir mi orgasmo y gimo más fuerte.
—Ay papi... voy a acabar -Él me aprieta más y más. Siento que no hay espacio entre nosotros.
—Si Ema, yo también -De repente gimo sintiendo un orgasmo muy fuerte. Soy consciente de que mi padre es la primera persona que toca así mi cuerpo. La mano que tenía en mis pechos la usa para taparme la boca.
El gruñe bajo, pero ronco y acaba en sus pantalones. Seguimos moviéndonos para extender nuestro placer.
Nuestras respiraciones son agitadas, pero se escucha el silencio de la casa. Él sigue con su dedo dentro de mi, lo mete bien adentro como queriendo sentir que tan profundo puede entrar. Lo saca y me quejo por el vacío que siento. Ninguno de los dos habla. Él pasa sus manos fuerte por mis pechos y siento que se comienza a alejar de mí.
—Pa -Lo llamo. Me doy vuelta en la silla. Y lo miro de frente. Se ve imponente, siento muchas ganas de tocar su abdomen. Él no me mira. Dejó de tocarme por completo. Sube su mirada y veo tantas emociones en sus ojos. Excitación, deseo, culpa.
En silencio se aleja un poco más de mí. Mi mira a los ojos, yo quiero hablar de lo que sucedió. Él niega con su cabeza, parece que ahora lo único que encuentro en su mirada es enojo. Se dirige a la puerta de la casa, la abre y sale.
Me quedo sentada y sola. Con muchas preguntas, pero sobre todo con muchas ganas y deseos por mi padre. Siento que se abrió una puerta de la que no voy a poder escapar y de la que no quiero hacerlo. Lo único que se es que este es solo el primer capítulo entre él y yo. Y por supuesto, el dulce de leche.