En las sombras se encuentran mis recuerdos y únicamente el terror persiste. Creía que había superado ese miedo profundo, pero solo era una sensación efímera, pues aparentaba que los fantasmas del pasado volvían a torturarme como lo hizo él. Monstruos regresaban a mi mente no solamente para hacer resurgir mis perturbadoras memorias de lo ocurrido, sino para también pensar en lo que podría suceder y lo que sucederá. Él era mi perdición. La chispa que inicia un devastador incendio. La encarnación de la oscuridad y la furia de los huracanes. ¿Qué podría hacer yo al respecto? Mis padres ya preparaban el viaje a la Atlántida, pensando que era el lugar más seguro. Además, necesitábamos reunir a todos los dioses posibles para poder hacer frente a la ola de ira que se nos venía encima. La promesa que hizo el Mermado antes de quedar cautivo se había gravado en la mente de todos los dioses, incluida yo. Parecía ser que los divinos estábamos condenados.
Una de las muchas cuestiones que pasaron por mi cabeza era todo lo relacionado con Bruce. No podía perderle, ni pensar por un segundo que tal vez nunca lo volvería a ver. Estaba segura de que una separación tan abrupta me partiría el corazón y me amargaría. Me estiré en la cama y comencé a llorar como nunca lo había hecho. Después, reflexioné sobre el gran problema con Bruce y llegué a la conclusión que debía decírselo todo. Agarré el teléfono móvil y mandé un único mensaje:
"Si puedes, ven ahora a mi casa. Tengo que contarte algo..."
El chico vio rápidamente el mensaje y al cabo de apenas cinco minutos ya estaba en el portal de la casa.
-Buenas tardes, Cimolopea. Narcisa me dijo que viniera y que necesitaba hablarme de algo. ¿Puedo pasar?- preguntó Bruce a mi madre.
Ella respondió que sí, y Bruce vino a mi habitación. Cuando llegó al umbral de la puerta, se quedó un instante parado.
-Narcisa... ¿Qué ha pasado?
-Casi te diría que lo peor.
Se estiró en la cama al lado mío y me miró a los ojos. Amaba sus hermosos iris esmeraldas.
-Si no quieres, no me lo cuentes, pero que sepas que siempre estaré para ti- dijo el chico acariciándome la mejilla.
-¿Cómo puedes decir eso, Bruce? Ni tan solo sabes quién soy. Te lo he estado ocultando desde que nos conocimos...
-Eres una chica brillante, tierna y hermosa. ¿Es un problema ser una diosa atlante?
-Ahora lo es. La causa de que te oculte mi pasado va a regresar a torturarme de nuevo
-¿Causa? ¿Regresar?
-Un ser inmortal con un poder mayor al que los dioses, conocido como Dominus, el Mermado. Él destruyó el Olimpo y asesinó a varios dioses, a miles de atlantes inocentes, parte de mi familia y mi hermana mayor.
-¿Tenías una hermana mayor?-
-Sí, se llamaba Ivy y era cuatro años mayor que yo... El Mermado nos capturó a las dos cuando éramos pequeñas por razones que no conozco, y la mató en medio de su batalla contra Poseidón. Ahora debe de estar descansando entre las millones de almas del inframundo.
-¿Y como os enfrentaréis a Dominus?- dijo el chico.
Le intenté decir que mis padres y yo viajaríamos a la Atlántida, y que tal vez sería la última vez que lo vería, sin embargo, no pude contener las lágrimas. Volví a llorar y Bruce hizo lo mismo, pero por dentro. Al cabo de un rato, el chico me miró a los ojos y me dijo algo que me provocó felicidad y temor al mismo tiempo.
-Iré contigo, si no es molestia, claro.
-¿Eres consciente de lo que dices, Bruce? Si te quedas aquí, estarás a salvo y podrás enamorarte de otra persona, pero el acompañarme podría significar tu perdición...
-¿Qué clase de persona soy si de pronto te dejo sola? Tú misma dijiste que las personas se miden por sus actos. Te quiero, Narcisa, y nunca te decepcionaré.
Me ruboricé y sonreí tontamente, tanto que me tapé la cara con el cojín. Había tenido suerte con él. Sus ganas de amarme y su espíritu de héroe me hacían sentir segura y confidente hasta en los peores momentos de sangre y terror. Es extraordinario lo que puede hacer el amor en ciertos momentos. Es atractivo, siniestro, tranquilo y violento a la vez, al igual que el mismísimo océano.
-Te he amado, te amo y te amaré siempre, Brucie.
Mis padres estuvieron de acuerdo con que él viniera, pero Bruce aún debía convencer a las chicas que le cuidaban: Vanesa y Minerva.
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La gran Atlante
AdventureNarcisa, de sangre divina y raíces atlantes, disfruta de su maravillosa vida en el mundo humano, hasta que el destino de la Atlántida, se ve amenazado por un matadioses. Un ser inmortal llamado Dominus, el Mermado, que no desistirá en su deseo de de...