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~||Narra Shiko||~

Kiyō marchó a toda prisa en cuanto la clase de Mineralogía terminó. Supongo que tendría hambre o habría quedado con alguien para almorzar. En cualquier caso yo me quedé en el aula a esperar a la siguiente clase, total, fuera llovía y hacía frío y aquí se está bien con la calefacción y todo, ya comería algo después. Mientras tanto, seguí hablando con Hikyo.

—Oye, Shiko, ¿Qué mosca le habrá picado a Kiyō? Quiero decir, no suele acercarse así a la gente, y menos a ti, creo. —Preguntó Hikyo mientras terminaba de redactar algo del informe del trabajo—.

—No tengo la más remota idea sinceramente. Pero bueno, lo prefiero así que no siendo tan engreído como de costumbre. A ver cuanto dura, Who knows, si siguiera así podría incluso caerme bien.

—Si sigue así a mí no me importaría que pasara tiempo con nosotros, I mean, hay que darle que es bastante mono cuando quiere.

—Supongo... Aún así, no tengo una muy buena sensación. Y a mi no me parece tan mono.

Hikyo rio un poco por lo bajo y acto seguido comenzó a preparar cosas para la siguiente asignatura, recursos energéticos y prospección de recursos. Hoy toca una clase práctica, así que no tendríamos ni que movernos del aula.

No pasó nada relevante el resto de la mañana. Dimos las clases que nos tocaban y poco más. Al medio día fuimos Hikyo, Dakhira, Rasha y yo a comer a un restaurante Italiano que hay en el centro de Baraenshia, entre unas intrincadas callejuelas ocultas de la luz del sol por los altos y viejos edificios de los siglos pasados. Y allí, en una plazita, está el mejor Italiano de la ciudad.

Entramos, nos dieron mesa y nos sentamos. El interior del restaurante tiene un ambiente muy interesante. Las paredes representaban fachadas de edificios, alumbrados por lámparas que sobresalen de la pared, tenues, creando en cada mesa una sensación de intimidad y un ambiente curioso. De fondo sonaba jazz, copla, blues, etc.

Tras sentarnos yo comencé a pensar. Creo que estaba comenzando a estar preparado para dar el paso y preguntarle a Hikyo si le apetecía que saliéramos a cenar juntos. Si, una cita, no soy espacialmente sutil. Es algo que llevo reflexionando desde hace mucho tiempo y pienso que en este punto de nuestra relación estamos muy bien, muy cómodos y me gustaría preguntarle. No sé si él sentirá nada por mí, pero estoy seguro de que de no ser así no tendremos ningún problema. En realidad estoy muy inseguro, no sé si me voy a atrever o si voy a estar preparado para algo así.

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Memoria I

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Aquella fue una noche especialmente fría, lo tengo grabado a fuego en mi mente desde entonces. La turbulencia de emociones de aquel día siempre impregnará mis largas noches de invierno.

Fue durante el invierno del segundo año de Bachillerato científico. Tenía un compañero muy especial allí, Leykah, un alto y esbelto Borzoi, cuyo pelaje era blanco como la nieve y, al igual que su delicado pelaje, su corazón estaba blanco de frío, de melancolia y de soledad.

Siempre me pareció alguien fascinante, lo poco que decía siempre despertaba mi interés. Tenía algo muy magnético que me atraía a él. Y en algún punto comencé a sentir algo muy serio por él, era la primera vez que alguien me gustaba con esa intensidad. Pero era muy difícil llegar a él. Mantenía su corazón apresado en una jaula de hielo, oculta bajo capas y capas de corazas y máscaras. Veía como pasaba sus días solo y apesadumbrado, nadie se acercaba a él, era demasiado difícil y arriesgado para la mayoría, y él sabía o creía que esa gente no le haría ningún bien.

Intenté interactuar algo con el desde el primer año, infructíferamente, acercarse a él era como ascender el Everest. Pero el segundo año, después de meditar mucho durante el verano, decidí que ese año lo intentaría de nuevo. Me esforcé para charlar más con él, tanto en el ámbito lectivo como en el recreativo.

Un dia, a principios de Octubre, me senté a su lado durante el descanso, y le pregunté si quería salir a dar una vuelta. Se me quedó mirando. En un principio no sabía si anonadado o asqueado. Pero cuál fue mi sorpresa que, regalándome una ligera sonrisa (la primera vez que le veía sonreír), aceptó.

Quedamos el sábado siguiente para darnos una vuelta y tomar un café. Charlamos bastante más de lo que esperaba. De ve en cuando yo le contaba un poco de mi situación personal, buscando un acercamiento que tardaría aún en darse, que viera que estaba dispuesto a tener una amistad sería y sana con él, por arriesgado que fuera.

Poco me contó él en realidad, me daba largas y evitaba el tema, supuse que sería muy doloroso recordar todo aquello. No tenía ni idea.

Las semanas se sucedieron y poco a poco nos fuimos haciendo más y más íntimos. Un dia me confesó que él era asexual y birromántico. Eso me puso muy contento, me dio esperanzas. Le veía cada vez más cómodo conmigo y mis sentimientos hacia el parecían afianzarse más y más.

El 14 de Noviembre él desapareció de clases por unos días. No respondía mensajes y no contestaba emails. Me preocupó mucho, pero apareció de nuevo la semana siguiente como si nada. Me dijo que tuvo que ir de viaje a ver a un familiar que estaba muy enfermo y a ayudar. Noté al instante que estaba mintiendo. Ocultando algo más. Pero no insistí, llegado el momento me lo contraría, supuse. Seguí intentando animarle, sin importar el que.

El 17 de Diciembre le invité a mi casa a pasar la noche. Mis padres no estaban ese fin de semana y era la oportunidad perfecta para confesarle lo que sentía. Cenamos pizza, bebimos y lo pasamos genial. Luego vimos una peli juntos y en ese momento yo le abracé suavemente y lo arrimé a mi. Aún no sé cómo fui capaz de hacer algo así, que vergüenza. La oscuridad, el tiempo, la peli, el alcohol, todo eran factores que podrían haber influido en ese momento.

Al principio noté que se resistía ligeramente pero pronto se dejó llevar. Vimos y disfrutamos la peli juntos, comentando de vez en cuando, riendo. Noté por primera vez que bajo esa fachada fría y ese pelaje nevado, delicado y suave como la seda, había calor. Un acogedor calor al que me aferré cuanto pude. Cuando esta terminó nos quedamos en silencio por unos minutos, mirando la oscuridad de la pantalla. Quise preguntarle cómo se sentía pero en ese momento vi que él estaba llorando.

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Fin de la Memoria I

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Estuve encerrado en mis pensamientos hasta que Rasha me arrancó de mi trance.

—¡Eh! ¡Shiko, Aterriza!

—¡¿Qué?!¡¿Qué?!... Perdón... estaba... eh...—me quedé en silencio— da igual, ¿Qué sucede?

—Hikyo lleva un rato queriendo decirte algo. Joder, ya podrías prestar algo más de atención —dijo riendo, para quitarle hierro al asunto—.

En ese momento me dió un vuelco el corazón. Aún sin ni siquiera saber que quería decirme, como justo estaba pensando lo que estaba pensando casi me quedé sin aliento en el momento. Y con aún el susto en el cuerpo, giré mi rostro en su dirección, algo nervioso, sonrojado (a pesar de que por mi pelaje no se nota a penas) y ladeé ligeramente la cabeza, esperando su respuesta.

—Estaba pensado... Shiko, ¿te apetece que este fin de semana salgamos a dar una vuelta, tú y yo, solos?

Almas EncendidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora