Los labios recorrían el cuello ajeno, delineado la suave piel de ese hombre que le hacía suspirar, no iban más allá de un simple beso, unas caricias o al menos un toque en sus cuerpos, cada vez más delicados y hambrientos de placer y lujuria.
– Sukuna... ¿Estás bien? Estás siendo muy rudo, me lastimas. – Había ido a visitarlo como todos los días, pasar sus ratos con aquella maldición eran las mejores y más cuando le tocaba de esa forma.
– Últimamente los problemas aumentaron y con ello también los míos, me preocupa que también te veas involucrado en esto.
– Abandone todo, mi clan e incluso a mi familia, no me queda nada. Además se defender solo y lo sabes muy bien.
– Lo sé, lo sé muy bien... Eres peligros por eso todos quieren matarte, eso me incluye a mi también.– se contuvo para no besarle, era la primera vez en semanas que podía sentir la piel de ese chico, era demasiado para una maldición que se guiaba del placer y dolor de los demás.
– No entiendo porque todos quieren eso, no soy tan peligroso – Murmuró. – no puedo con las Maldiciones, por eso abandoné todo, soy un error que no debió de nacer.
– Eres peligroso porque no conoces tu límite, por eso sí me traicionas no dudaré en matarte con mis propias manos, te llevaré al infierno conmigo, te lo juro.
– Por eso es que me gusta estar contigo – soltó una pequeña risa para tomar entre sus manos el rostro de ese ser de doble cara.– Te amo, Sukuna, siempre te amare, en esta vida y en las que siguen.
– Estás muy confiado, mocoso. – Era su sol entre toda esa oscuridad, entre el reinado de las Maldiciones y su misma existencia.
Yuji era una vasija, un clan que usaba su cuerpo para retener a incontables maldiciones de diferentes grados o mejor dicho categorías.
El clan era conocido por eso y por la fuerza sobrehumana que algunos poseían, el característico color de su cabello y las marcas debajo de sus párpados, y también de lo pacifistas que algunos eran.
Cada niño o niña que nacía en ese clan era tratado o entrenado para ser uno más, cada uno de ellos existía para complacer al jefe del clan y a los demás hechiceros de su tiempo.
No había un defecto, al menos no hasta ese día.
Itadori Yuji había nacido de un matrimonio de un hombre que tenía fallas en el clan Itadori y de una simple humana que no sabía nada del mundo de la hechicería y los clanes que protegían a los demás.
Todos creían que por ser un niño nacido entre ellos no tendría un valor adecuado así que siendo la primera vez... Uno de los suyos fue dejado atrás.
– ¿Por qué, hermano? ¿Por qué Yuji tiene que ser el único que no esté entre las filas pasa ser un miembro del clan? – estaba desesperado pues su hermano, el jefe del clan simplemente dió la orden de no entrenar a Yuji, ni siquiera por el pedido del segundo hijo, Jin.– Yuji no tiene defectos, lo sé.
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෴Mementos෴
FanfictionYuji era una vasija, un clan que usaba su cuerpo para retener a incontables maldiciones de diferentes grados o mejor dicho categorías. El clan era conocido por eso y por la fuerza sobrehumana que algunos poseían, el característico color de su cabel...