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CAILIN: 🎶Beautiful eyes — Taylor Swift🎶

Cada una de las decisiones que puede tomar una persona marcan su vida de una forma que ni imaginan en ese momento.

Mi último año ha estado plagado de malas decisiones. Empezando por el día en que decidí coger ese vuelo para pasar un año en Grecia y, terminando hace apenas unas horas, cuando decidí que era buena idea beberme una botella entera de vodka yo sola, para olvidar el caos en el que se ha convertido mi cabeza. Así que, aquí estoy, tumbada boca arriba en la terraza de una casa en la que nunca había estado, de la que no conozco al dueño y, con una botella vacía tirada a mi lado mientras observo las estrellas en la primera fiesta del curso de mi instituto, la cual está ahora mismo en pleno apogeo por el escándalo que llega hasta aquí arriba.

—¿Te has muerto? —la voz ronca y divertida de un extraño me hace incorporarme de golpe.

—Mierda. —me sujeto la cabeza con las manos para intentar darme un poco de estabilidad después de que todo me de vueltas tras haberme incorporado tan rápido.

—Veo que de momento respiras. —observa el desconocido.

Al quitarme las manos de la cara, por fin, veo al chico que ha irrumpido en la terraza. Se acaba de sentar enfrente mía, me mira con unos curiosos ojos grises. Sus pestañas son larguísimas y tiene una pequeña cicatriz en el tabique de la nariz, la cual puedo ver porque estamos relativamente cerca y porque cuando él ha salido ha encendido la pequeña luz que hay en el exterior. Pero aunque tiene unos ojazos, no puedo evitar fijarme en su indumentaria. Lleva una camiseta con referencias sexuales un poco hortera y unos calzoncillos de Superman por encima de los pantalones. Ah, y además alguien le ha dibujado una polla en la cara. Todo esto me demuestra que es parte del equipo de baloncesto, porque mi hermano ha salido prácticamente igual de casa. Cosas de tíos...

—Si te referías a si seguía respirando, sí, lo hago —hablo respondiendo a su primera pregunta—. Pero respirar dista mucho de estar viva, o al menos de sentirse viva.

—Vale, eres de las que se pone en plan filosófico cuando se emborracha. Me lo apunto.

¿Se está burlando de mí? El tío va con unos calzoncillos de Superman por encima de los pantalones, ¿y se está riendo de mí? Levanto una ceja y le miro con la peor cara de mala hostia que soy capaz de poner tras haberme bebido hasta el agua de los floreros.

—¿Qué haces aquí arriba?

—¿Y tú? —le devuelvo la pregunta—. No pareces de los que tengan que esconderse en sitios solitarios, se te ve... —repaso otra vez su ropa con el ceño fruncido— bastante integrado.

El chico sin nombre desvía su mirada de mí a su ropa, como si hasta ese momento no se hubiera fijado en que lleva los calzoncillos por fuera, una camiseta azul en la que pone "soy del otro equipo", haciendo referencia a sus preferencias sexuales, obviamente; y a que además le han pintado una polla con purpurina en la mejilla derecha. Lo sé, los tíos de mi instituto son unos simios neandertales. Pero, qué le vamos a hacer...

—Ya, bueno, todos tenemos nuestras mierdas. —se encoge de hombros quitándole importancia, pero no sé si es que estoy ya tan borracha que creo ver en sus ojos una tristeza tan grande como la mía, o es que estoy tan jodida que quiero pensar que todo a mi alrededor está igual de jodido.

Aunque puede que sólo esté demasiado borracha.

—En serio, ¿qué coño haces aquí arriba? La fiesta está abajo y tu pareces muy borracha para quedarte sola.

—¿Ahora las borrachas no podemos querer intimidad? No todas bebemos para llamar la atención de los tíos, gilipollas.

Vale, igual me había pasado llamándole gilipollas, pero soy de insulto fácil.

Cristales rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora