|04| Ejecutor

48 9 13
                                    

• cada capítulo tiene una canción en la parte de arriba •
Wondrous Place - The Last Shadow Puppets

La muerte es un coqueteo profundo, uno de esos que te dejan pensando por noches enteras. Morir no me da miedo, sino que la duda del después me incita a caer con la idea de que el más allá será simplemente nulo. Una duda que perdura a cada hora del día, volviéndose en una situación inmodificable bajo los términos adecuados de una vida en constante riesgo. Una vida que más que existencia es supervivencia.

No hubo momento en el que mis ojos fueran capaces de analizar y recordar la salida de esta enorme estructura llamada "el refugio de los sin nombre". Ni siquiera era capaz de reconocer detalles del exterior que me diesen una mínima señal de la localización, no tenía nada en manos que me ayudasen a salir permanentemente del lugar en el que me contuvieron entre paredes durante dos días.

Mi reducida vista era la parte más tediosa de la situación, siendo una bufanda sobre mis ojos el causante de esto. Su colocación no fue en un acto violento, sino consensuado por su sutilez en decirme "debes entender la privacidad de nuestra existencia en el mapa", a lo cual acepté teniendo en cuenta de que mis respuestas empezaban a darle diferentes alternativas a una posible muerte. 

—¿Cuánto falta para llegar a la ruta? —consultó el hombre a mi izquierda, su rigurosa y a su vez afable voz lo hacía totalmente reconocible entre los cuatro chicos de un tono, casi siempre, irascible—. ¿Está despierta? —prosiguió con su segunda pregunta, supongo que Serpiente se refería a mi deprimente posición.

Llevaba más de una hora en la misma posición inerte y en un silencio absoluto, tampoco es que pudiese hacer o decir mucho estando sentada en medio de dos hombres. A simples palabras, dejé de mostrar signos de vida, manteniéndome estática y silenciosa.

—Algo así —mascullé, y era un rotundo sí. En acto de inercia intenté abrir los ojos, arrastrando mis pestañas contra la tela y volviendo a dejar que me pesen los párpados. Me estaban volviendo loca.

Hubo silencio. Unas manos se asomaron a mi nuca y deshicieron el nudo de la bufanda, se desplomó sobre mis hombros y la iluminación comenzó a punzar mi vista. Ondas de dolor sacudían mi cabeza como una ligera migraña que se originaba detrás de mis ojos, y apenas me recompuse, busqué el tablero del coche. 05:46 a.m. No había nada que me señalase la ubicación en la que nos encontrábamos, ni siquiera pistas del clima.

—Frederic Polyakova. Cincuenta y nueve años. Estado físico deplorable, propenso a problemas cardíacos —indicaba el más castaño del grupo, sentado en el asiento de copiloto y con el rostro en dirección hacia Lobo, quien conducía sin mucha prudencia—. Lavado de dinero.

El hombre, quien mostraba su perfil desde el asiento delantero, giró ligeramente su torso y me observó por sobre su hombro. Pantera, su apodo era más difícil de olvidar que su propia mirada.

—¿Mierda detrás? —pregunta Tigre. Era el único que durante todo el viaje se mantuvo absolutamente callado.

Quería mirarlos, pero estaba más que claro que nada de esto me incumbe. Y hacerme la sorda me salía muy bien.

—Peluquería.

—¿Peluquería? —entonó otro hombre, ahora a mi izquierda.

Silencio incómodo. Primera anotación de la relación entre ellos, nadie toma en serio a Serpiente.

—¿Sabes por qué estás aquí, malen'kyy? —esta vez, Pantera aún medio volteado me habló a mí, y no era cosa mía sino que su rostro estaba impaciente de mi respuesta, entrelazando nuestras miradas en un extenso silencio.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 17, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Belladona +18 © PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora