| 03 |Sobrevivir

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• cada capítulo tiene una canción en la parte de arriba •
Born To Die - Lana del Rey

Mis pies descalzos se detuvieron a mitad del pálido y pulcro pasillo, uno de los cinco pasillos de la residencia. Los conté uno por uno en el resumido recorrido que me había brindado el ojiverde, era amable, y eso me daba miedo, la amabilidad a primera cara puede ser la violencia más hostil de todas.

El crujir de mis piernas era muy presente a la fricción que las piezas de ésta producían a cada paso que procuraba dar de forma silenciosa y ligera sobre el suelo, claramente, en un intento bochornoso.
Es de madrugada, pero la hora me era muy incierta, aún así, tenía la certeza de que todos estuvieran descansando o al menos que no hubiera guardia de los hombres que había "conocido" anteriormente. Conocido es una palabra muy fuerte para personas de ese entorno, entonces, podía admitir que conocerlos era algo que nunca iba a ocurrir por más cosas que escuchase de ellos.

Observaba a mi alrededor, ya tenía contado como cada diez pasos se lograba ver la iluminación de una lampara adornando las paredes de un color crema, casi blanquecino, al igual que el piso y cortinas. Nunca observé a través de ellas, de esas mismas cortinas que quizás me diesen una vista de qué se encontraba fuera.
Miré hacia los lados, supongo que tomé una decisión un poco atontada, pero no le sumaba al hecho de ya estar en el pasillo; sin permiso de nadie y a un horario indebido.

Agarré los bordes de los pantalones grises que cubrían mis piernas, lo sostuve con fuerzas para que no saliesen volando y caminé lo más rápido que pude hasta la otra punta de los pasillos, que a medida que me acercaba, notaba que se volvía más oscuro y con menos focos. Mis pasos fueron tan apresurados que se volvió como un leve trote en el que la piel ligeramente húmeda de mis pies se pegaba y despegaba con el frío marfil. Me sentía como una detective, o incluso mejor, una espía, haciendo tanto silencio como si mis pies fueran plumas sobre el viento.

Mi trote se detuvo de golpe apenas llegar al ventanal principal de éste piso, un poco de más... quizás demasiado, y de eso obtuve un imprudente chirrido del roce de la piel de mis pies en el impecable suelo. Todos los músculos de mi rostro se presionaron por odio hacia mi persona, mordí mi labio inferior con fuerza, volviéndome incluso cristiana para pedirle a un ser divino que me ayudase a no morir por una estupidez malograda. Relajé mi rostro respirando con calma, y lentamente fui girando mi cuerpo hacia mi objetivo, llevé mi diestra hasta la suave tela de las cortinas y con sumo cuidado fui corriéndolas hacia un extremo.

—No sobrevivirás aquí —el silencio se suspendió por una voz masculina. Mis manos temblaron a tal punto de obligarme a soltar el extremo de la cortina en menos de un segundo, estuve tan cerca...

Mi torso fue lo primero que intentó girar, mientras que mis piernas no coordinaban lo suficiente como para tomar un esfuerzo motriz preciso a lo que mi mente quería que hiciera. Correr.

Finalmente la totalidad de mi anatomía se volteó, pero mis ojos se movían confundidos en la búsqueda de aquella voz. El ambiente estaba decadente de iluminación, y mi mala visión era una desventaja sobre ésto.

—¿Quién dio la orden de que pudieras caminar con libertad por nuestro territorio? —inquirió aquella voz con una leve molestia. No tardé en encontrar al ajeno con el cuerpo recostado sobre las barandillas de roble que daba paso a las dos escaleras que se dirigían hacia la sala—. Contesta.

Aún debajo de la oscuridad, distinguí en su mano una libreta, esa misma mano que se identificaba por su vendaje, que ahora, estaba humedecido por una escasa capa de sangre vieja. Soltó una honda respiración mediante la boca, levantó la mirada de su pertenencia y dirigió la vista en mi. Sus ojos fueron de mis pies a cabeza manteniéndose en mi rostro, esperaba una respuesta. Pero cualquier respuesta podía parecerle una razón necesaria para dislocarme el cuello de un puñetazo.

Belladona +18 © PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora