Eterea dignidad

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I

Insondables caminos te alertan de quién eres.
Buscas algo, no lo encuentras
y desafías la oscura senda del miedo.
Intentas no pensar en ello pero éste aparece.
Te apartas y gritas
y enloqueces tratando de encontrar aquello que no está,
porque sucumbió a los atardeceres rojos.
Esos que nacen sin saber por qué.
Y aun así,
comprendiendo que no cabe posibilidad alguna de tenerlo,
lo buscas.
La muerte no te asusta.
Quizá porque sea el final de todo
y al menos eso te da la certeza de que existes.
El camino termina ahí.
Esa es la única tranquilidad que encuentras.
No soportas la mediocridad de los débiles porque son tu espejo.
Son el agua cristalina en la que te miras sin saber por qué
hallando tan solo la leve expresión de quién lo perdió todo.
Y lloras.
De nuevo vuelve el reflejo.
Pides sosiego a tu alma afligida,
pero no lo hayas porque ni siquiera en el espejo,
consigues ver su brillo.
Casi te olvidaste de que existe...
pero siempre pasa algo que te alerta de que está.
No sabes cómo,
de dónde sale y dónde te lleva.
Pero está.
Lo sabes.
Siempre está.

Esencia de MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora