Pesadilla.

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El olor a humedad llenaba sus pulmones, el miedo las recorría de pies a cabeza, las paralizaba al punto en que lo único que podían hacer era llorar. ¿Y qué esperabas? Si se trataba de unas niñas.

Estaban en una habitación oscura, iluminada por una antigua lámpara de alcohol, su llama era tan tenue que parecía apagarse en cualquier momento. De pronto la puerta se abrió y las luces se encendieron, dejando ver a un hombre corpulento que poco a poco se acercaba a ellas.

- ¿Pero qué tenemos aquí? Son muy lindas, seguro nos darán mucho dinero por ustedes. -  Decía el hombre mentiras se inclinaba hacía las niñas para verlas mejor. Podía apreciar el terror en sus ojos mientras se aferraban la una a la otra con todas sus fuerzas.

Al verlas actuar de esa manera, una perturbadora sonrisa se dibujó en su rostro, tenerlas tan vulnerables le provocaba placer.

- ¿Y si jugamos con ellas un rato? Esos tipos tardaran en venir a recogerlas, seguro no se darán cuenta. - Ese escuchó la voz de otro hombre a lo lejos.

El hombre corpulento asintió y lentamente se acercó mas a las pequeñas. En  sus ojos pervertidos habían destellos de lujuria, casi se podían escuchar los asquerosos pensamientos que provenían de ese ser que de humano solo tenía la apariencia, ya que dentro de él se encontraba el mismo demonio.

Las niñas retrocedieron hasta toparse con la pared, no había a donde huir, nadie iba a llegar a rescatarlas, entre llantos y sollozos comenzaron a suplicar por que no les hicieran daño pero fue inútil. Sus suplicas parecían aumentar más el deseo de esos monstruos.

Una vez que estuvieron casi encima de ellas, el hombre corpulento tomó a una del brazo y a jalones la acercó  hacia el. La niña pelirroja temblaba de miedo y un "No" en forma de grito  desgarrador salió de su garganta, de pronto todo se cubrió de niebla hasta que fue imposible ver la cruel escena...



Un estruendoso sonido inundó la habitación, despertando de golpe a la chica que dormía cómodamente sobre su cama.
Era una joven de 17 años, poseía una larga cabellera, pelirroja rizada y desordenada, piel blanca y pálida y las pecas adornaban su rostro, así como las estrellas adornan el firmamento.  Además poseía unos grandes ojos color verde esmeralda que estaban rodeados por unas grandes ojeras que contrastaban con su color de piel.

Ella despertó alarmada, por un momento parecía  no reconocer el lugar en donde se encontraba y fué hasta que dirigió su vista al frente que pudo observar su escritorio desordenado. Soltó un suspiro de alivio al darse cuenta de que estaba en casa.

Una vez que superó el shock de haber despertado se acomodó en posición fetal, para después desbordarse en llanto.

"Otra vez esa horrible pesadilla"

Pensó mientras trataba de ahogar sus sollozos contra la almohada, lo peor es que ella sabia que no se trataba de  un sueño cualquiera, si no mas bien, era un recuerdo que llevaba años tratando de olvidar.

- ¡Alice ya está listo el desayuno, baja antes de que se enfríe! - Exclamó una voz femenina a lo lejos.

Ya voy mamá! -  Respondió la joven secandose las lágrimas, soltó un suspiro y se preparó mentalmente para comenzar el dia.

Minutos más tarde y ya con el uniforme del instituto puesto, la joven bajó al comedor, dispuesta a desayunar con su madre.

La joven llevaba puesto un saco azúl marino con detalles en blanco, una camisa blanca y una falda  tableada de color rojo y en su cuello resaltaba un moño del mismo color. Su rizada y pelirroja cabellera estaba desaliñada y como era costumbre trabaja de disimular aquel desorden con una diadema de color negro. A pesar esté intento siempre era en vano, a ella la hacía sentir un poco más presentable.

Su madre tenía una apariencia bastante similar a la de su primogénita y al verla procedió a analizarla de pies a cabeza tratando de encontrar en ella algo que estuviera fuera de lugar, además de su cabello, claro.

- Alice, bájate te la falda - Ordenó con seriedad y al ver la confusió reflejada en los ojos de su hija, dejó salir un suspiro  y en un tono mas relajado dijo; -  Ya sabes como son los chicos, no querrás provocarlos.

- Si mamá tienes razón, disculpa... - Mustió la joven, que cabizbaja jaló su falda hacia abajo para que quedara lo mas larga posible.

- Quizá haya que comprarte una nueva, has estado creciendo. - Comentó mientras servía el desayuno.

Después de tan incomoda conversacion, madre e hija tomaron asiento en el comedor color chocolate y procedieron a degustar sus alimentos.



A unas cuadras de ahí una familia acababa de mudarse al vecindario y desupués de haber pasado todo el fin de semana  desempacando al fin estaban listos para  comenzar un nuevo capítulo en sus vidas.

La hija menor de nombre Jannette encontraba en su habitación,  quien entuciasmada y al ritmo de música rock se alistaba para su primer dia en su nuevo instituto.
La joven tenía una pinta bastante peculiar, su piel era morena, ojos de tamaño promedio color avellana, su  cabello lacio y negro le llegaba unos centímetros más abajo de la altura de los hombros y en él resaltaban  mechas de diferentes colores, azúl, verde, rojo, morado, etc.

Llebava el uniforme bastante desordenado, los primeros tres botones de su camisa se encontraban desabrochados, demas que la llevaba por fuera de la falda y en su cadera destacaba un cinturón con estoperoles en forma de picos. Su cabello lo llebaba amarrado en una coleta bastante despeinada y para sostenerla utilizó el moño que supuestamente deberia ir en su cuello. Llevaba las medias arriba de la rodilla, al igual que la falda y en lugar de zapatos escolares llevaba botas negras.
Sin duda era todo un caso y eso sin mencionar el maquillaje que llebava para la ocasion; un delineado extrabagante adornaba sus ojos y les daba profundidad  con una sombra negra.

Por obvias razones este look no es el mas apropiado para asistir a la escuela, pero esto a Jannette le daba igual, se miró al espejo segura de si misma, orgullosa de como se veía y estaba dispuesta hasta a meterse en problemas con tal de ir vestida como ella quería.

"Hoy será un gran día"

La joven pelinegra tomó su mochila, la cual hacia juego con su apariencia, se colocó sus audifonos de diadema y con una sornrosa triunfadora dibujada en su rostro emprendió el camino hacia su nueva escuela.


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El Trauma Del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora