Temores

111 12 1
                                    

"No es que no tengas alas. Es que le temes al salto".

°•○●□■♤♡◇♧☆♧◇♡♤■□●○•°

Había tomado una decisión, sin embargo, aquellos fantasmas en mi cabeza no paraban de hablar. Mencionaban tanto buenas como así también malas cosas, defectos y muchas cosas más para destruir el pequeño vitral que había estado creando mentalmente y, donde buscaba ocultar lo más precioso que tenía. El rostro de mi maestro. El cual era el único que me permitía permanecer cuerdo por más tiempo, sin él, aquellos demonios se hubieran hecho con mi cuerpo hace ya bastante tiempo. Podría haberlos dejado hacerse con la suya cuando mi maestro había desaparecido, sin embargo, aún guardaba una gota de esperanza en mi ser, una gota que fue aumentando de volumen conforme pasaba el tiempo. Despertaba en la mañana y me decía a mí mismo ante mi reflejo "Levántate, vístete y arregla todo. Porque hoy es el día en que Raizel volverá". Estuve así por cientos de años, esperando, estudiando y evolucionando con la humanidad.

Luego de crear la escuela, me dije a mi mismo que a mi maestro le gustaría estar allí. Conviviendo con los chicos, aprendiendo las pequeñas cosas que no había podido aprender cuando por decisión propia, había estado viviendo en aislamiento contínuo.

"- No debes temer. El amo corresponde a tus sentimientos."

Mencionó una vez una molesta voz cantarina en mi cabeza. Sabía de quién se trataba en el momento que la había oído, la piel se me había erizado y por poco me pongo completamente molesto por recordar ciertos hechos que se relacionaban con Magenta. Con vergüenza, volví a recordar los acontecimientos de ese día.

Una semana después de que Magenta hubiera tomado mi cuerpo, comencé a tener flashes de lo que había ocurrido ese día. No se lo mencioné a nadie más que a mi soledad, y creía que era mejor así, ya que de lo contrario no sabría cómo volver a ver a la cara a todos sabiendo que son concientes de que recuerdo lo que ocurrió.

Por otro lado, debo darle algunos méritos a Magenta. Por más de que su actuar hubiera sido un tanto agresiva y a la vez... territorial, me gustó el resultado final.

El rubio dejó de recibir. Tenía una sonrisa en su rostro mientras colocaba un separador de páginas en su libro y lo guardaba en uno de los cajones de su mesita de noche. Tomó un par de almohadas y se las colocó debajo de su cabeza para más comodidad a la hora de estar semi encorvado. A su lado, el noblesse dormía tranquilamente apoyando la cabeza sobre una única almohada, mientras abrazaba una de las camisas de Frankenstein.

El rubio se preguntaba el porqué no lo abrazaba a él antes de a una camisa.

Finalmente suspiró y se quedó observando el techo, aún recordando algunos fragmentos de la conversación con las sombras en su interior.

Recordaba que Magenta lo había regañado, mencionando que no tendría porqué temer a un rechazo que jamás iba a llegar, puesto que Raizel sentía lo mismo que él. Una prueba fiable eran los gestos del azabache, también el sonrojo en su rostro, los pequeños e inocentes besos.

Magenta aseguraba que Raizel estaba enamorado de Frankenstein. Sin embargo, Ocre tenía otras cosas en mente.

"- ¿Y si todo aquello es solo por compromiso?".

Había mencionado él, haciendo que tanto Magenta como el mismo Frankenstein voltearan confundidos hacia él.

Seguidamente, mencionó que tal vez Raizel se siente presionado, que tal vez no sienta lo mismo y solo corresponde a todo lo que Frankenstein le pide por ser cortés. También le preguntó al rubio el ¿qué pasaría si Raizel aceptase casarse y eso no sea lo que realmente quiere? ¿Qué pasaría si solo lo hiciera porque no puede negarse? Eso lo haría infeliz el resto de su vida.

DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora