Hasta mi último suspiro

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El día comenzó siendo milagroso desde temprano, era una mañana soleada en París, algo que no se ve con facilidad en esas fechas del año, pues en la mansión Agreste se acostumbraba a iniciar jornadas bajo cielos nublados, pero no hoy.

Los rayos de sol se colaban de manera surrealista entre las cortinas de esa blanca y enorme habitación, haciendo que "la figura de esa hermosa mujer azabache resplandeciera de manera celestial" o algo así era lo que Marinette no paraba de repetir sobre mí.
Así que aquí estaba, el famoso gran día, ese que me parecía tan sobre-estimado en el pasado, había llegado a mí vida, y... ¡Vaya que tuve que retractarme de mis palabras!

Me encontraba de pie frente a la enorme ventana en mi característica pose de manos tras la espalda, luciendo el vestido de ensueño que diseñó para mí esa encantadora jovencita, cuando escuché pasos dirigiéndose hacia mí.

- No importa cuánto te esfuerces por mantener ese semblante inexpresivo Sancoeur, tus ojos brillan de felicidad.- Dijo Penny al posarse a mi lado, logrando sacar de mí una pequeña sonrisa, así es, Penny Rolling, mi ahora dama de honor que logró escapar por este día de Stone.

Nos volvimos grandes amigas un par de años atrás cuando coincidimos tras bambalinas en un evento del Grand- Palais.

-A eso me refiero, tu idiota sonrisa de amor, eso es lo que quiero ver.

-Claro, es lo que hacen las damas de honor, hablar de lo muy idiotas que lucen las novias el día de su boda- Contesté fingiendo indignación

-¡Hey! ¡Yo no dije eso! -Dijo cruzando los brazos, haciendo un pequeño berrinche- Te ves preciosa Nathalie, luces como un sueño... ¡Oh, ven aquí!- Me abrazó melosamente por los hombros.

De pronto alguien entró a la habitación, era Marinette (ni siquiera nos percatamos de en qué momento había salido). Esa jovencita regresaba con un hermoso arreglo floral de rosas rojas (similares a mi mechón) dejándonos boquiabiertas.

-¡Wow! ¿Qué tenemos por aquí?- Preguntó Penny a Marinette

-Un presente del novio, sí que son detallistas los Agreste.

Marinette cruzó la habitación para dejar las rosas sobre el escritorio junto a la ventana, en ese momento pude percatarme de la pequeña nota que descansaba sobre los pétalos carmín, así que me dirigí en esa dirección para tomar la pequeña carta.

-"Para mi futura esposa"- Leí sonriente en voz alta.

-Todo esto es tan lindo Nathalie, no puedo creer que finalmente esté pasando, me alegro mucho por ambos. Sé que serán muy felices.- Dijo la joven de ojos azules.

Me detuve por un momento a contemplarla, a ver detenidamente a esa niña de dos coletas que un día llegó a la vida de mi pequeño, convertida en toda una mujer. Muy talentosa y de gran corazón, el sueño que tiene toda madre para su hijo.

- Gracias Marinette- tomé sus manos- supongo que ahora puedes llamarme suegra...

- Eres demasiado joven para eso- reímos al unísono por unos segundos.

- Sancoeur, tenemos 10 minutos para estar en el auto, debemos darnos prisa- Comentó Penny después de dar un vistazo al reloj de su celular.

- El tiempo está pasando demasiado rápido, aún creo que esto es un sueño.

- No es así, esta es la realidad y también el primer paso hacia tu nueva historia con el amor de tu vida- Me tranquilizó mientras sacaba algo del armario- Ahora si me permiten, a la diseñadora del vestido le encantaría ponerle el velo a su novia favorita, ¿puedo?

- Por favor.

Marinette hábilmente colocó el fino velo en mi cabello. Al hacer esto ambas me miraron con ternura y asombro por algunos segundos.

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