Prólogo

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23 de agosto de 1981

Era un día de verano que, a opinión de Carmen Aguilar, estaba siendo igual de caluroso y aburrido que los anteriores. Llevaba casi un mes en ese dichoso pueblo y por mucho que sus padres insistieran en lo maravilloso que era que reconectara con sus orígenes y con su familia paterna, ella opinaba que toda esa parafernalia era, en realidad,  un castigo por haber faltado a las clases de piano.

Harta de estar encerrada entre esas cuatro paredes, decidió dar una vuelta por las afueras cogiendo una bicicleta del sótano, la cual tenía pinta de llevar años sin usarse. Intentando no despertar de la siesta a su abuela salió buscando un poco de libertad.

Y  montada en aquella bicicleta roja se adentró a toda velocidad por el camino del bosque; y nunca más volvió.

Los recuerdos olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora