Capítulo 1. Aniversario

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Las campanas de la iglesia resonaban por todo el pueblo. Normalmente anunciaban el inicio de la misa, pero ese 23 de agosto, al igual que el de los últimos cuarenta años indicaban algo distinto; el recuerdo de la nieta de doña Francisca, quien había sido una de las personas más reconocidas del lugar. Todos los habitantes estaban acostumbrados a esta situación, pero a Clara Rivera, la cual simplemente estaba de visita, sí le dio curiosidad.

—Perdone, ¿sabe usted si hay misa ahora?—preguntó extrañada.

—¿Qué? Ah ¿lo dice por las campanadas?—al ver a la forastera afirmar, prosiguió—Siempre suenan este mismo día, a la misma hora. Es en memoria de una chica que desapareció hace bastante tiempo, era de una de las familias más ricas del pueblo. Hay miles de teorías desde un secuestro por dinero que salió mal a un asesinato.—el hombre hizo una larga pausa.

—O, la más aburrida, la historia de una chica de ciudad que se aburrió de la vida del campo y se fugó—el camarero se apoyó en la barra y, bajando la voz, preguntó—¿Quiere que le diga mi opinión?

—Cl..—ba a decir que siguiera, intrigada por la historia, cuando la conversación se vio interrumpida.

—¡Oh! Parece que se nos acabó el tiempo de cotilleo. Por cierto, soy Carlos, encantado de conocerla, ¿señorita...?—le ofreció la mano a modo de saludo.

—Rivera, Clara Rivera— le respondió mientras apretaba la mano.

—Espero que disfrute la estancia en nuestro humilde, pero encantador pueblo—le sonrió y con un guiño se despidió, yendo a atender a los clientes que acababan de entrar.

Después de terminar su café y pagar la cuenta se puso rumbo a la casa de su tía Emilia, la hermana de su abuela y la razón principal por la que estaba allí. Mili, como la llamaban cariñosamente los más cercanos, estaba cerca de cumplir el siglo y la familia se encargaba de atenderla en el mes de agosto. Esa labor había empezado siendo de la madre de Clara pero, lamentablemente, hacía cinco años que la mujer no era capaz ni de cuidarse ella misma.

—Buenos días tía Mili! ¿Qué tal todo?—exclamó Clara mientras subía los peldaños de la escalera y leía las anotaciones que había dejado la muchacha que cuidaba de su tía el resto del año.

Entró en una salita donde se encontraba una anciana recostada en el sofá y que al oír la puerta se había girado para localizar el origen del ruido. En el pueblo siempre se había hablado de lo guapa que había sido doña Emilia en su juventud y Clara reconoció lo que quedaba de esa belleza en los ojos azules que la estaban mirando con confusión en aquel momento.

—Tía, soy Clara, la hija de Piluca—dijo intentando encontrar algún rasgo de reconocimiento en la mujer y al no encontrarlo prosiguió—La nieta de Carlos, su hermano, ¿Se acuerda?

—¿Mi hermano?—tras unos segundos sumida en sus pensamientos, Emilia pareció ver la luz-Mi madre siempre nos llevaba los jueves a la plaza del pueblo, cuando se montaba el mercado, para que la ayudáramos con las compras. Él tenía echado el ojo a la hija del dueño del puesto de adornos para el pelo, así que siempre me daba dinero para que me comprara algo. ¡Eso sí que es un buen hermano! -contaba mientras se reía.

A continuación se puso seria y la miró fijamente

—¿Crees que el próximo jueves podamos ir, mamá?—preguntó con una voz aniñada.

Clara suspiró, desgraciadamente estaba más acostumbrada a esa serie de situaciones de lo que hubiera querido admitir.

—Sí, claro, pero deja primero que deje todo esto—dijo señalando el equipaje.

Clara arrastró su maleta hasta el cuarto que había señalado como el suyo la cuidadora de Mili. La casa era bastante modesta y lo más probable es que hubiera adivinado el lugar sin necesidad de ninguna pista, era la única habitación que había sido recientemente amueblada. Decidió deshacer el equipaje cuanto antes y llamar a su abuela para avisar que había llegado ya al pueblo.

Cuarto de hora después colgó, y cansada tras haber recibido alrededor de mil consejos sobre cuidados geriátricos básicos decidió seguir uno de ellos y así de paso despejarse, sacándola a pasear.

Los recuerdos olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora