Prólogo

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Todavía recordaba todo lo que había pasado como si hubiese pasado hace unas horas, los recuerdos estaban claros en mi mente y lo odiaba. Recordaba a mamá, una mujer de pocas muestras de afecto, desmoronarse, llorar y gritar, presa de la impotencia. Recuerdo a papá, de rodillas mientras se ahogaba con las lágrimas sin poder respirar. Recuerdo a mi abuela desmayándose con el rostro rojo por las lágrimas. Y me recuerdo a mi, en estado de shock, pálido y muerto. Lamentablemente no había muerto yo, no físicamente, pero me sentí roto y vacío al escuchar "No ha resistido".

Ese día, el que nos cambió a todos, el que nos marcó y nos dejó un agujero en nuestras vidas.
Mi hermana mayor de 22 años paseaba con su novio por el centro de la gran ciudad el día veintiuno de noviembre, cuando se escuchó un ruido sordo y luego una repetición de los mismos. Un atentado término con su vida. Algo incierto, en lo que no tenía nada que ver, algo que no le correspondía.

Su novio nos dijo que después de oír el primer disparo se giró a mirarla para escapar con ella, ya que el ruido se escuchó demasiado cerca, pero al verla ella estaba perdiendo color y su camisa blanca se estaba tiñiendo de rojo.
No murió de inmediato, ella solo miró su estómago con pánico y luego al amor de su vida como ella decía. La ambulancia llegó rápido, debido a la magnitud del accidente, habían varios heridos.
Mi familia que se encontraba en diferentes lugares se reunió en tiempo récord en el hospital y cuando ella ingresó todo fue llantos, logramos verla cuando estaban bajando con ella de la ambulancia, a pesar de la negativa de los paramédicos que iban con ella que nos pedían que la dejáramos, que cuando estuviera estable podríamos verla no pudimos resistir a caminar junto a la camilla mientras entraba a la sala de urgencias donde todo estaba movido por el accidente.

-Perdón, perdón por ser tan dura, te amo- fue lo primero que dijo cuando me vio, apenas fue un susurro pero lo escuché y me largué a llorar. Se podía ver como perdía mas y mas sangre, era hasta extraño que estuviera consiente pero su cara estaba perdiendo color.

Era mi hermana mayor, claro que sería dura, era una figura casi materna para mi, siempre buscando lo mejor para mi.
Mi madre que nunca daba muestras de afecto se lanzó a darle un débil abrazo mientras sollozaba y los doctores la alejaban de ella, y mi padre repetía una y otra vez que la amaban, que resistiera un poco más.

-No se estanquen por mi, por favor- tomo una larga bocanada de aire que se escuchó como si tuviera polvo en los pulmones.- Son lo mejor que tengo, por favor, no cambien.

Ella sabía, sabía que sin ella nos perderíamos, que nos sentiríamos vacíos y sin vida. Comenzó a toser, pero nos dio una débil sonrisa. Las enfermeras nos pidieron salir, volvía a sangrar, había recibido dos impactos de bala en el abdomen y cerca del pulmón. Su novio que no había salido herido lloraba devastado, diciendo que el debería haber sido.

Dos horas más tarde sin noticias, el doctor a cargo nos comunicó que debido a la gran pérdida de sangre y las heridas internas mi hermana había fallecido. Nadie podía creerlo, el primer minuto fueron segundos de silencio por el shock. Creí que sería como en las películas, donde siempre los protagonistas se salvan mágicamente y se recuperan de cualquier accidente.
Mi padre el cual amaba a su primera y única hija, a la cual siempre mimaba se lanzó de rodillas al suelo mientras comenzaba a sollozar, se llevó las manos a la cara y los fuertes sollozos llamaron la atención de toda la sala. Un hombre alto, de rodillas en el suelo con el alma en pedazos, todas las miradas eran de angustia, se podía sentir el dolor con cada sollozo y al escuchar cómo respiraba con dificultad ahogándose con cada bocanada. Arrastró las manos desde las mejillas hacia el pecho donde se encuentra el corazón y arrugó la camisa en un puño con ambas manos, dejó caer la frente haciendo que ésta tocara el suelo.

Mi madre, la cual nunca había visto llorar había comenzado susurrando "es mentira... acabado de estar con ella" lo negó y lo negó mientras las lágrimas le rodaban por las mejillas, pero al ver a mi padre cayendo al suelo en sollozos lo vio más real, unos gritos llenos del dolor de perder a su mejor amiga, a la pequeña niña loca, llena de energía, a la que cantaba en la ducha cada día.
Mi abuela que nos estaba visitando ese día lloraba en silencio, sus ojos se cerraron y con dificultad el doctor trató de tomarla antes de que se diera un gran golpe en el suelo. El shock de perder a la nieta que le hacía cuadros llenos de colores explosivos como su personalidad, a la que le regalaba libros de romance siendo ella reservada con el amor, o de fantasía, ya que ella creía en muchas cosas.

Y yo, de pie con 17 años, viendo a mi familia desmoronarse, pálido y sin creer que esto fuera real, deseando despertar e ir a abrazarla para que ella se molestara falsamente porque no le gustaban las muestras de cariño, pero luego solo me sonreía, porque era su pequeño, al cual siempre escuchaba cuando lo necesitaba, al cual sobre protegía y consentía demasiado, y gastaba casi todo su dinero para comprar cada cosa que se me ocurría.
Me dejé caer en el asiento en el que estaba hace unos minutos. No me había dado cuenta que estaba sollozando tan fuerte como los demás, sentí que no podía respirar, que se me cerraba la garganta y mis manos apretaban mis piernas con demasiada fuerza, cada vez respiraba más rápido y una enfermera me puso una mano en el hombro diciendo algo que no escuche.
Me levante en busca de aire, la enfermera preocupada llamo a otra más que traía una inyección, la cual ni siquiera noté, pero vi a mamá aún más angustiada al verme.
Luego de eso desperté en una camilla con mamá aún llorando a mi lado, papá quizás estuviera peor.
Nos habían quitado nuestra luz, nuestros colores, nuestras alegrías, la felicidad. Ella era los colores en nuestra vida, la que hacía comentarios sarcásticos y ridículos, que tenía una imaginación infinita.
Al despertar no podía pensar en otra cosa que en ella. Quien pondría a One Direction o canciones de amor a todo volumen en nuestra casa, quien cantaría horrible en nuestra ducha como si estuviera gritando. No podría escucharla tontear cada vez que aprendía nuevas cosas, ni verla salir de su habitación llena de pintura con la música en su habitación.
Ella era música, la música formaba parte de nuestra familia gracias a ella y papá.
Me preguntaba quien iba a cantar con el, a quien le iba a enseñar nuevas canciones en guitarra.
O quien iba a cocinar recetas locas con mamá, siempre tenía un plato de un país diferente para cocinar.
Quien iba a recogerme en el colegio para luego llevarme a comer sushi, a probar mi primera cerveza, ella había prometido fumar marihuana conmigo por primera vez.
Se me apretó el pecho al pensar lo feliz que se veía cuando hablaba de cuando me graduara, ya no podría presenciarlo. Pensé en todas las cosas que no iba a poder compartir con ella y en todas las que habíamos alcanzado a compartir. Nos habían arrebatado la luz a muchas personas ese día, una sola persona puede cambiar la vida de un millón de personas e incontables cosas. Ella era ese tipo de persona.

El mundo con coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora