Jean | Noche de vigilancia

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Una vez más Jean y yo estamos haciendo guardia en su auto en medio de la nada. Vigilamos a un supuesto sospechoso de la desaparición de mi hermana, en esta ocasión nos tocaba observar de madrugada, según él era más divertido. Las cosas estaban un poco tensas después de anoche cuando lo besé sin pensar como parte de nuestra coartada en el club nocturno. 

–Es la canción que sonaba ayer en el antro– comenté subiendo el volumen de la radio para hacer tema de conversación

–Ah sí, la recuerdo – sonrió– Sonó cuando me besaste para "despistar" a todos– dijo haciendo comillas con los dedos.

–No fue tan malo– me defendí con vergüenza.

–Esperaba algo mejor.

–¿Me estás diciendo que no sé besar?– pregunté arqueando una ceja.

–¿Me harás cambiar de opinión?– dijo retador.

–No puedo quedar con esa mala reputación– respondí quitándome el cinturón de seguridad y acercándome poco a poco a él hasta besar sus labios suavemente –¿Y bien?– cuestioné al separarnos.

Sin contestarme, Jean me miró a los ojos, me tomó de la nuca y nos unió nuevamente en un beso, esta vez apasionado. A los pocos segundos llevó una de sus manos debajo de mi playera, pasando sus dedos por toda mi espalda baja hasta detenerse en mi cintura.
La falta de aire se hizo presente en nosotros, por lo que tuvimos que separarnos un poco para recuperar el aliento.
Al ver los ojos del castaño pude notar una mirada extasiada, seguramente la mía estaba igual.

–Sigamos vigilando– fue lo único que dijo el chico poniendo una mano sobre mi muslo.

–No creo que suceda algo– respondí – Llevamos una semana vigilando y solo perdemos el tiempo.

–¿Alguna sugerencia para matar el tiempo?– apretó un poco su agarre en mi pierna.

–Amm– bajé la mirada para ver lo que el castaño hacía– ¿Tú tienes alguna?

–Mmju– dijo dibujando caricias sobre la parte interna de mi muslo –¿Te parece bien?

No pronuncié ninguna palabra, solo asentí esperando a que me siguiera tocando y así fue, lentamente Jean levantó mi vestido dejando ver mi ropa interior.

–Te quedan muy bien– comentó pícaro tocando los bordes de encaje que adornaban mi prenda.

El castaño colocó sus dedos sobre mi intimidad por encima de las bragas para masajear esa parte. Sus toques eran tan delicados y a su vez tan marcados que me provocaban una sensación de disfrute, cosa que aumentó cuando Jean apartó mi prenda y comenzó a tocarme, recorriendo con sus dedos los alrededores de mi entrada hasta llegar a mi clítoris, en el cual concentró su tacto.  Yo solo miraba gozosa la escena que sucedía entre mis piernas, ver como el chico junto a mi hacía humedecer mi zona íntima al mismo tiempo que me hacía soltar pequeños gemidos era increíble. Miré de reojo al castaño y noté el voluminoso bulto que se había formado debajo de sus pantalones.
Sin pensarlo llevé mi mano al broche de su ropa interior para desabrocharlo.

–Te ayudo– me dijo con la respiración agitada por la excitación. Dejó de tocarme para bajar su pantalón y parte de su boxer, dejando ver su miembro erecto.

Tomé a Jean del rostro y lo besé como si mi vida dependiera de ello, él regresó su mano a mi entrepierna y yo tomé su miembro con una mano para comenzar a masturbarlo. Al romper el beso, el chico sin previo aviso metió dos de sus dedos en mi, haciendo que  soltara un quejido de placer.

–Sigue– habló el castaño guiando con su mano desocupada los movimientos de arriba hacia abajo que hacía yo con su miembro –No pares.

Ambos aumentamos la velocidad de nuestros movimientos, Jean metía y sacaba sus dedos de mi tan rápido que ocasionaba ruido por el choque de su mano en mi piel y los fluidos que yo desprendía.

Mi intento de masturbar al hombre fue débil, lo compensaría más tarde pero ahora no me podía concentrar mientras él ocasionaba tanto placer en mi.

Cuando comencé a sentir mi orgasmo cerca apreté mis piernas y eché mi cabeza para atrás, dejando llevar la montaña de sensaciones placenteras en mi.

–Ven– ordenó el castaño sacando sus dedos de mi interior. Aún sin recuperar por completo la respiración hice lo solicitado.
El chico reclinó y alejó el asiento del volante para hacerme espacio, lentamente me subí encima de él, quedando frente a frente, el auto era muy incómodo pero es lo único que se tenía.

Jean tomó su miembro y lo pasó por toda mi intimidad. 

–¿Te gusta?– me preguntó con la voz ronca.

–Me gustaría más si entraras en mi– le susurré al oido.

Los pequeños roces que tenía con su miembro me hacían enloquecer, quería tenerlo dentro mío.

–Como digas– contestó sonriendo. Acto seguido se colocó en mi entrada y sin aviso, me tomó de la cadera y bajó de golpe todo mi cuerpo, haciendo que su erección entrara por completo en mi, ambos soltamos un gemido al tacto. 

–¿Así lo querías?– me preguntó al oído.

–Mmju– pronuncié hundiendo mi cara en su hombro –Pero necesito más.

–Eso quería escuchar– dijo para después hundir la yema de sus dedos en mi piel y guiar los movimientos de mi cadera de atrás hacia adelante.

–Jean– gemí aún con el rostro entre sus hombros.

–Sigue pronunciando mi nombre– comentó aumentando la rapidez del roce.

De un momento a otro se detuvo, ahora me tomó de los glúteos, me elevó un poco y después me dejó caer sobre su miembro, sabía que quería así que esta vez yo puse de mi parte. Daba pequeños brincos sobre Jean mientras gemía su nombre al oído y él dejaba escapar quejidos placenteros.
La cadera del castaño subía y bajaba mientras yo daba sentones para que tuviera una mejor penetración en mi, poco a poco aumentó la fuerza y rapidez de sus embestidas, haciendo que él tuviera todo el control de la situación. El distinguido sonido por nuestras pieles chocando se hizo presente al mismo tiempo que la sensación de tensión en mi vientre.

–Si sigues así voy a correrme pronto– dije agitada.

–Quiero que lo hagas.

Pocos segundos después pude sentir ese éxtasis en todo mi cuerpo, cosa de la cual Jean se percató y lo ayudó a él a llegar también, soltando un leve grito mientras echaba su cabeza hacia atrás y detenía sus movimientos.

Me recosté sobre el chico para recuperar la respiración y él me abrazó de la cintura.

–Empañamos los vidrios– comentó divertido un minuto después.

–¿Ah si?– giré mi cabeza hacia la ventana para confirmar.

–Sí– contestó dibujando figuras aleatorias sobre el paño– ¿Qué dices sobre vigilar de madrugada más seguido?

–Me parece perfecto – reí bajo mirándolo a los ojos.

No sabía si lo que pasaba entre nosotros era algo serio pero lo disfruto mucho.

Fin

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