Las Hermanas Madrigal Conversan

15 2 1
                                    

-Entonces... -Comenzó Mirabel sin apartar la vista de lo que hacía -¿Quien ceba? -Preguntó luego de unos momentos en silencio, la Madrigal más joven. 

-Creo que le tocaba a Luisa -Respondió Isabela dubitativa. 

-Nah, yo cebé la última vez, ¿Recuerdas? Te quemé con la pava poco después de empezar -le recordó la más fuerte de las tres-, ¿No te tocaba a tí, Mira?

-Ni idea, pero está bien, no tengo problemas con cebar yo. -respondió con un leve encogimiento de hombros. 

-¿Estás segura? Lo puedo hacer yo si no quieres -Dijo Isabela desde su lugar.

-Si, no hay problema -Le aseguró a su hermana mayor-, además, a tí se te lava la yerba más rápido... -Agregó en broma mientras dejaba la pava, la azucarera y la yerbera en la mesa.

-¡Si! -Concordó Luisa con una risita -Todavía no sé cómo le haces, pero gastas más yerba que nosotras dos juntas -Remató entre risas que se contagiaron a sus hermanas. 

-Oh, vamos. ¡Tampoco es para tanto! -Se defendió la mayor con una carcajada mientras veía como Mirabel colocaba un bizcochuelo, unos buñuelos, tostadas y galletas sobre la mesa, contenta, agradeció con asentimiento el plato de galletas que su hermanita colocó con disimulo frente a ella pues bien sabía que, de todo lo que se había colocado, las galletas eran sus preferidas- 

-Bueno -dijo Mirabel tomando asiento-, ¿Comenzamos? -preguntó volteando levemente para ver a sus hermanas asentir- Bien. Entonces... -comenzó a hablar parando levemente mientras agregaba la yerba al mate- Uh... Luisa, ¿Como te fue hoy? -le preguntó a su hermana mientras tomaba el primer mate y hacía una pequeña mueca ante el sabor amargo del primer mate- 

-Bien, no me puedo quejar -respondió con un leve encogimiento de hombros-. Tuve que volver a buscar un par de burros y luego mover la iglesia a eso de media mañana. -comentó mientras veía a Mirabel terminar el segundo mate y pasar ahora si a la que seguía en la línea, su hermana Isabela. 

-¿Otra vez? -preguntó Mirabel con un deje de molestia en su voz- ¡Ya es la quinta vez esta semana! ¿Que tiene el Padre Miguel?

-No creo que sea para tanto... -minimizó Luisa tomando una tostada.

-No, Maribel tiene razón -dijo Isabela con una galleta ya mordida en la mano derecha mientras devolvía el mate con la izquierda-. Una cosa es pedirlo una o dos veces al mes(que ya es mucho, según ella), otra muy diferente es querer que la muevas CINCO VECES en UNA semana. 

-Mañana iré a hablar con él -Concluyó la de lentes pasándole el mate a Luisa.

-¿No creen que exageran un poco? -Preguntó la mayor.

-No Luisa -dijo Mirabel luego de un suspiro-. El Padre Miguel tiene que entender que tú también tienes cosas que hacer. 

-¡O chicos a los que ver...! -agregó Isabela con un tono sugerente que fue acompañado por una mirada pícara, si bien, lo dicho fue todo en broma, Luisa no pudo evitar que un fuerte sonrojo se arrastrara por sus mejillas, pues sabía perfectamente lo que su hermana mayor le estaba insinuando. Por su parte, Mirabel solo soltó una leve risita silenciosa que fue claramente escuchada por las otras dos, naturalmente, ya sabía de lo que hablaba Isabela, Dolores en persona se había encargado de que así fuera, pues por algún motivo, desde hace un par de semanas se había encargado de mantenerla al tanto de lo que se decía en el pueblo, y el chisme de que a Luisa le gustaba un chico dos años menor que ella no había pasado desapercibido ante el atento oído de su prima.

Dejando a un lado esa línea de pensamientos tomó el mate que Luisa le acercó y procedió cebarse un mate a sí misma, el cual se tomó lo más calmadamente que pudo mientras veía a sus hermanas charlar sobre chicos y sus gustos personales, no era que la dejasen fuera de la conversación, solamente sintió que no tenía ni quería agregar nada a la conversación tan amena que sus hermanas compartían, la llenaba de alegría ver que sus  hermanas(y ella misma) podían darse el gusto de sentarse y merendar juntas como nunca antes lo habían hecho y dicha alegría se podía ver reflejada en la sonrisa que adornaba su rostro en ese momento, no era una sonrisa de oreja a oreja, si no una pequeña, sincera, y deslumbrante.

Tomate Un MateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora