•|Capítulo I.

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Debo sentirme feliz y conforme porque soy un ciudadano americano, el sueño de mis hermanos latinoamericanos, la añoranza de muchos asiáticos, y para no entrar en detalles, el de muchos en todo el mundo que ansían tener calidad de vida y oportunidades más amplias.

Tengo 19 años, soy bastante alto y fuerte, lo suficientemente como para convertirme en soldado, ¿qué es más honorable para un hombre que defender a la patria que le ha visto crecer y responsable de todos los triunfos de su familia?...

Soy Robert O'Sullivan, o solo Robert. Desde pequeño me han enseñado que la reciprocidad es el valor más admirable en un ser humano, y hoy en día soy fiel creyente de esa filosofía.

Mis abuelos maternos son venezolanos, mi abuela profesora de lengua y literatura, y mi abuelo ingeniero en petróleo, llegaron a Estados Unidos de América con únicamente sueños, que se vieron construidos por mi madre, que conoció a un hombre honorable que convirtió en mi padre. Y yo dispongo continuar su legado. Por agradecimiento con el país que no los ha dado todo, como ya mencioné.

Aún no formo parte de la fuerza armada americana, o algo relacionado, porque mi madre está intentando darle largas al asunto... Aun cuando fue criada en este país, mis abuelos han arraigado en ella la cultura latina... Considero que las madres latinas son un poco más nerviosas que las madres norteamericanas, amo a mi madre, pero me impacienta su nerviosismo continuo por la más mínima situación.

He decidido convertirme en soldado más allá de por el agradecimiento mencionado, por una sensación de insaciedad con lo que vivo, sé que está mal... Pero todas las personas somos diferentes, y nos caracterizamos cada uno por nuestra propia esencia, no a todos nos llena lo mismo.
Muchos de mis compañeros desean ser médicos para ayudar a las personas, otros quieren dedicar su vida a la justicia, y otros muchos a la tecnología o la mecánica.

Pero yo no... No quiero vivir una vida de tragedias sin recompensa, de perder sin opción a una revancha, como en el caso de los médicos... Cuando muere tu paciente, no hay opción a nada, solo a sentirte triste e incompetente, o al menos así me sentiría yo por más incorrecto que pueda sonar...
Tampoco deseo dedicar mi vida a la justicia desde la perspectiva de hacerme defensor de la ley, abogado... Considero que no es una profesión en la que yo pudiese destacarme, no sirvo para ser deshonesto con mis criterios, no estaría dispuesto a defender asesinos, o atracadores, aun cuando la sociedad dictamine que todos tenemos derecho a una defensa, a mí no me ha parecido nunca justo, por ende no podría dedicarme a la justicia si yo nunca la he considerado del todo justa para todos.
Y no tengo la suficiente paciencia como para investigar cosas relativas a la ciencia, tecnología o mecánica en general, ni la avidez o intelecto para inventar algo sensacional que haga que las personas me recuerden con astucia con el paso del tiempo.

Terminé convenciéndome de que quería ser soldado porque me gusta viajar, entrenar, pelear por lo que considero que es mío, y conocer chicas, lo cual considero como mi más grande perdición... Las mujeres...
Soy consciente de que en el batallón no hay jóvenes buscando coquetear con los soldados, pero a su vez, sé que cada vez que vas de misión a otro lugar, terminas conociendo chicas por casualidad en cada lugar a él que te asignan, las cuales por ser soldado, terminan calificándote como un héroe, y esa es mi mayor afición, ser el superhéroe de todas las chicas que conozco, y como lastimosamente ser un superhéroe no es una profesión, ya que los únicos supervillanos que hay son los políticos, ser un soldado es la opción más producente para cumplir mis ansiados sueños...

Decido dejar de divagar por mi ocurrente cerebro y de reflexionar todas las posibilidades, filosofías, y retóricas que viven en mí y me levanto de la cama para darle los buenos días a mi madre.

—Dios, Robert, ¿por qué vienes en calzones hasta la cocina? ¿Cuántas veces te tengo que decir que es de mala educación estar en poca ropa cerca de la comida? He perdido 19 años intentando educarte. —Se burla mi mamá entre gritos y risotadas.

Una guerra para conocerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora