Capítulo 2

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—Haz el favor de subir. Ford no muerde y yo tampoco—dijo la desconocida.

***

 ¿Qué había hecho ella para merecer esto? Maya aceleró y no se sorprendió cuando Ford se le acercó sigilosamente. Esa idiota estaba empapando toda la camioneta. Las bolsas de papel de la compra iban a mojarse y las dos acabarían persiguiendo guisantes por todo el camino de entrada. 

 Que Dios la librara de la gente que piensa que se puede razonar con el tiempo. Lo que más enfurecía a la Madre Naturaleza era que se diera por sentado lo que haría. Volver al pueblo era imposible. Había derrapado dos veces en la última cuesta, y su casa sólo estaba a un kilómetro. Le fastidiaba poner cadenas estando tan cerca de su casa. Iba a tener lo que menos le apetecía el día de Acción de Gracias: una visita. 

 Se detuvo delante de la entrada e hizo ademán de abrir la puerta, perola mujer dijo: 

 —Deja, ya lo hago yo —y se bajó de la camioneta.

 «Bueno, al fin y al cabo a lo mejor sí tiene un poco de sentido común a pesar de que con esa trenza parece una adolescente.» Maya la observó mientras avanzaba a trompicones por la nieve... «Anda... fíjate que botas lleva ¿Adónde se pensaba que iba la idiota? ¿Al Club Méditeranée?» La mujer logró abrir la verja y esperó a que Maya pasara. Ésta, por el retrovisor, vio que volvía a cerrarla con el pasador como era debido y después desaparecía mientras se acercaba a trompicones. Cuando subió otra vez a la camioneta, estaba cubierta de nieve medio derretida. Ford le hizo sitio y se subió a medias al regazo de Maya. 

 Pero la mujer no dijo nada.

 —Sujétate —murmuró Maya. 

 Inició el descenso por uno de los caminos de entrada más empinados delos alrededores de los lagos Mammoth. Servía para disuadir a los visitantes ocasionales, lo que a la rubia ya le iba bien. La nieve empezaba a apilarse junto a la puerta del garaje, así que descartó meter la camioneta. Se detuvo en el llano intermedio, un poco más arriba de la casa. 

 —Tendremos que bajar a pie —dijo—. Coge todo lo que puedas; a lo mejor nos evitamos hacer dos viajes. 

 Tal como Maya supuso, las bolsas de papel se rompieron cuando las cogieron. La mujer se quitó la chaqueta y la usó como bolsa para transportar los comestibles sin decir nada, después descendió la colina cargada hasta los topes. Al llegar al final, tropezó y se deslizó varios metros sobre el trasero, hasta que se detuvo junto al montículo de nieve que se acumulaba ante el garaje. Al ver la expresión tan cómica que puso, entre apenada y enfadada, a Maya casi le entraron ganas de reír; algo que hacía mucho tiempo que no hacía. Pero no pudo menos que admirar su valor: la mujer se levantó sin decir nada ni pedir ayuda y subió la escalera con dificultad. 

 —Mira Ford, confío en ti para que lleves esto —le dijo—. Tienes que portarte bien. Tenemos visita. 

 Tendió el asa de plástico de la bolsa de malla que contenía el pavo hacia Ford. El perro apretó con solemnidad el asa con los dientes delanteros y arrastró obedientemente el pavo envuelto en plástico por la cuesta cubierta de nieve hasta la entrada.

Utilizando la chaqueta igual que la otra mujer, Maya consiguió cargar el resto de la compra. Había perdido la caja con los materiales de pintura por el camino, pero eso no le preocupaba en absoluto, pensó, mientras tiraba el fardo sin miramientos en el suelo de la cocina. Se dio cuenta de que Ford estaba observando el pavo con ansiedad, así que lo puso a salvo en el fregadero del porche trasero.

 —Aviva el fuego —dijo por encima del hombro. Cuando regresó, la invitada estaba acurrucada junto a la cocina. A su lado, empezaba a amontonarse una pila de ropa mojada a medida que Carina se quitaba primero un jersey, después otro y los iba tirando al suelo.

Pintando la luna //MARINA AU (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora