La duodécima razón: El brillo adictivo que emanas.

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Una vez más. ¿Podría ser más feliz? Diría que no, pero siempre me haces sentir cosas nuevas, como hoy. En el momento en que tus ojos brillaron, aunque no haya alcanzado a verlos bien por la distancia de altura entre nosotros. Quizás es algo extraño hablar por un rato tan largo con alguien desde un balcón, pero la manera en que me contaste sobre lo que haces y te gusta, me hace dar cuenta que vales la pena por cualquier cosa.

Oh, Amaia, desearía tanto poder verte así más seguido.

Todas mis razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora