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Hamburgo, Alemania.
En la casa más grande de Alemania, los vampiros Vamalia vivían sin temor a ser descubiertos.
Habían vivido en el hogar ancestral por más de trescientos años, así que, naturalmente, jamás pensarían que algo malo podría sucederles en el calor de su casa.
—Les salutations —repitió Ashleby—. Saludos.
Caminó por toda su habitación, concentrada en sus estudios como siempre solía hacer. Tenía estanterías repletas de libros en diferentes idiomas, mapas de todos los tipos: El mar estrecho, el océano pacífico, el mar errante que se rumoreaba que estaba lleno de piratas listos para asaltar a cualquier barco que se atreviera a naufragar por sus violentas aguas... Y, enfrente de todo eso, tenía un enorme espejo, que aunque no se reflejaba en él, servía para darle cierta normalidad al hogar.
Muchas veces, Ashleby se preguntaba como se vería. Se había observado reflejada en cubos de agua, pero ¿cómo sería observarse entera? Sabía que tenía el cabello rubio, casi blanco como la nieve que teñía a Alemania en invierno. Su piel era pálida, tan clara que sus venas se reflejaban de un tono azul oscuro, y sus ojos, eran rojos por el simple hecho de ser una heredera de los Vamalia: Destinada a ser la siguiente anciana de su estirpe.
Se preguntó si todo aquello valía la pena. Vivir entre las sombras, sin llamar demasiado la atención... ¿Valía la pena?
—Douleur —pronunció—. Dolor.
De reojo, vió como su hermano Tammo se encontraba removiéndose en su ataúd, impaciente por la hora del almuerzo.
—Ash —La llamó con el apodo que todos solían usar, su nombre, por otra parte, era mucho más difícil de pronunciar—. ¿No crees que es tonto no poder salir de casa?
Ashleby lo miró de reojo. Ella sabía el porque de su cautiverio, pero tenía estrictamente prohibido el mencionarlo. Nadie debía saberlo. Ni siquiera sus hermanos.
—No —Le respondió con seguridad; la mentira picaba en su garganta—. Es necesario.
Sintió una nueva presencia en la habitación.
—¿Por qué?
Ashleby miró a su hermana.
Alisa era menor que ella por casi cuatro años, los suficientes para remarcar muchas diferencias entre ambas. Mientras que ella se parecía a su padre, Peter (sintió un nudo en su garganta cuando lo recordó), su pequeña bambina, era el auténtico retrato de su madre: Cabello castaño rizado, piel clara y ojos rojizos, tan exactamente parecidos a los de su madre que a veces le entraba un grado de melancolía.
Era muy bonita para sus dieciséis años recién cumplidos.
—Porque no es seguro.
Alisa frunció el ceño. El parecido con su madre pareció pronunciarse.
—¿Pero por qué?
Ashleby no se dejó impacientar. Conocía la estrategia de su hermana, sacarla de sus casillas no era una opción. Había aprendido (con los años) a no perder la cordura por ningún motivo cuestionable.
—Hay cazadores —respondió mientras acariciaba el cabello de Tammo, quien cerró los ojos como si fuera un gato esperando una caricia llena de afecto. Esto no pareció ser evitado por Alisa, quien miraba con ojos de alcón—. Si salimos, pueden descubrirnos.
—¿Pero qué sentido tiene no salir nunca? —preguntó con molestia— ¿Por qué no salir por unas horas o minutos para, no sé, conocer a los humanos? Tal vez no sean tan malos. Nunca sabrán que no somos humanos.
—Sabes que la abuela no lo aprueba —dijo Ashleby con mucho cuidado, sus ojos brillaron con algo desconocido para los dos hermanos menores, pero la mayor sabía que empezaba a hartarse del tema. No quería hablar más—. No lo permitirá.
—No tiene que saberlo...
—Alisa.
—No haremos nada malo. Podemos salir y ver un poco...
—Alisa.
—Podríamos observarlos. ¡Tal vez no nos desprecien como todos dicen!
—¡Alisa!
Nadie habló más. La respiración de Ashleby se había vuelto errática, inestable. Tuvo que obligarse así misma a guardar la calma nuevamente. Si seguía con la misma respiración, los dos hermanos se darían cuenta que su pecho se movía como el de un humano.
Alisa agachó la mirada y Ashleby relajó la suya.
Se puso en pie (se había sentado al lado de Tammo, quien había decidido guardar silencio para no provocar problemas. Él sí entendía la situación. No intentaría salir de casa) y se acercó a la menor. La tomó de la barbilla y ambas hermanas chocaron sus miradas.
A diferencia de los demás, la de Ashleby era mucho más profunda gracias a su rostro de facciones delgadas.
—Es por nuestro bien.
La mirada de su hermana se volvió más intensa, casi como si algo se hubiera apoderado de ella.
—¿Nuestro bien, o el tuyo?
Ashleby apretó los dientes, molesta.
Alisa no lo entendía. Se dejaba llevar por sus emociones, por su capricho del momento.
No es como si para Ashleby fuera un paraíso estar encerrada todo el tiempo... Siempre deseaba salir, explorar el mundo. ¿Pero de qué servía si los Máscaras Rojas estaban allá fuera, listos para atacar?
No duraría ni una semana sola. Además, era un heredera, no podía simplemente darse la vuelta y fugarse. Su ausencia sería notoria. Los herederos cada vez eran más raros en el mundo, en Europa. Dejar su hogar sería la extinción de su clan, una ruina total.
A pesar de que habían otros dos herederos, Ashleby tenía muy en claro que debía cumplir con su deber como Vamalia d ' Allemage.
Ella debía de seguir con el legado de su familia, y se encargaría de cumplir con su destino, costara lo que costara.
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Atte.
Nix Snow.
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La Elegida de la Noche || Lars de Dracas
Fanfiction«Cuentan los antiguos ancianos, que su poder era inmenso». Ashleby, la Heredera número uno de la familia Vamalia d ' Allemage. ¿Qué pasaría si Ashleby resulta ser descendiente del más antiguo de los vampiros? ¿Será capaz, junto a su hermana, de desa...