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Ashleby suspiró mientras el agua tibia recorría su cuerpo desnudo.

Pensó en todo lo que había sucedido ese día, en como Alisa casi los condenaba a morir en manos impuras de cazadores tan simples como los hombres de Calvina. También pensó en su hogar, en como había sido reducido a nada por la necesidad de mantenerlos a salvo. No sé arrepentía de lo que hizo, pero aún así sintió un gran pesar en su pecho.

La mansión Vamalia había sido una construcción de siglos. Por años había dado manto a los herederos Vamalia, hasta que repentinamente, la sangre se hizo tan espesa que fue casi imposible seguir con la dinastía. Poco a poco, los herederos fueron desapareciendo, hasta que solo quedaron sus hermanos y ella. Ya no quedaba más de los Vamalia.

En su mente, Ashleby se hizo la promesa de que no permitiría que el apellido Vamalia de extinguiera. No sin dar lucha primero.

Movió el agua con su pie, sacando su pierna para crear ondas en la bañera. La sangre seca se había despegado poco a poco de su piel como si fuera suba vieja amiga, y pronto el agua tomó un tono marrón. Aspiró el aroma de la sangre que cubría sus manos, repentinamente hambrienta.

No creía poder contenerse demasiado antes de tener que alimentarse nuevamente. La tentación era grande.

Al terminar, notó que Hindrik le había dejado un vestido nuevo. Éste era un tanto diferente a los que estaba acostumbrada, considerando que todas sus pertenencias se habían quemado en la mansión.

Pero, cansada y agotada, recordaba lo que Hindrik había dicho antes de salir: Sir Milton se encargará de todo lo que necesites. Tu abuela lo respalda.

Mientras seguía atrapada en sus pensamientos, su abuela Elina entró a la habitación con paso seguro y lento.

—¿Me dirás por qué Sir Milton parece estar tan fascinado con mi aparición, abuela? —le preguntó mientras se observaba en el espejo. Con el tiempo, Ashleby había aprendió a controlar su lado vampírico y humano. Ser híbrida no era tan malo como se pensaría, una de las ventajas es que podía ver su reflejo cuando lo deseara.

Cosas de sangre.

Elina hizo una mueca, un tanto cansada. Cada vez era más difícil permanecer despierta a su edad.

Algún día llegaría el momento en que no despertaría, pero Ashleby no estaba lista para ello, por lo que evitaba el tema como la peste.

—Deja de jugar con tu reflejo —la regañó sin hacer caso a su pregunta anterior—. Si alguien entrara...

—Si alguien entrara, no volvería a ver la luz de luna —la cortó mientras cepillaba su cabello rubio, que mojado parecía plateado—. No dejaré mi reflejo hasta que contestes mi pregunta.

Elina suspiró mientras se sentaba en la silla más cercana. Tenía un cojín color marrón y la madera estaba tallada con líneas asimétricas, pulcras. Era un trabajo muy elegante, por lo que supuso que todo el barco era igual que aquella habitación.

—Sir Milton es amable —le dijo con voz baja, como si temiera ser escuchada. Ashleby se inclinó hacia delante, incitándola a hablar—. Pero no te confíes. Lo más seguro es que deseé una unión entre los Vamalia y Vyrad.

—Lo cual no sucederá —dijo Ashleby, muy segura de lo que decía—. Ningún clan jamás se ha unido. Es algo imposible porque nuestra sangre es incompatible —Ash negó con la cabeza al tan solo pensar en ello—. Jamás se podría concebir un nuevo heredero. Nuestros cuerpos y poderes solo funcionan si somos del mismo clan. Es un disparate el solo considerarlo.

La Elegida de la Noche || Lars de DracasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora