Capítulo 2.

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DOS AÑOS ANTES.

– ¿Estás seguro que no hay problema si me quedo en tu casa? – Preguntando por segunda vez, torció los labios hacia un costado, inseguro. – No quiero causarte problemas, Junpei. Ya es suficiente con que me hayas ayudado con los gastos del entierro.

Pero como era usual, el pelinegro sólo sonrió, agitando su mano en negación. – Sabes que mamá te adora, y no quiero que estés solo. 


Había enterrado a su abuelo hace un par de días, y debido a que no tenía más familiares, los únicos presentes que lo habían acompañado habían sido Junpei y su madre; sin embargo, eso había sido más que suficiente.

Junpei era su mejor amigo desde hace tres años, pues habían iniciado la secundaria juntos, y aunque el pelinegro era un par de años mayor, no había hecho preguntas al respecto.

A pesar de que se había distanciado, al cambiarse continuamente de colegios, debido a la preocupación de su abuelo; visitaba su casa con frecuencia, para cocinar, hacer tareas, o simplemente, pasar el rato; y siempre era recibido con una gran sonrisa y un reconfortante abrazo por parte de la mujer, quien también se unía a ellos en las tardes. 


Después de la esperada respuesta, acomodó su pequeña mochila sobre la cama recién puesta en la habitación de Junpei, y se recostó sobre las sábanas. – Si necesitas algo no dudes en pedirlo, Yuuji.

Sonrió hacia su mejor amigo. – Estoy bien, y creo que no podría estar mejor.

– ¿Regresarás al colegio?

Aún faltaba una semana para iniciar la escuela, pero ciertamente, eso no estaba en su lista de prioridades. No quería decepcionar al anciano, quien siempre había aconsejado que le encantaría que terminara con su educación, pero las cosas habían cambiado mucho y de forma drástica. – No. – Negó. – No creo que sea bueno volver.

Junpei sólo atinó a hacer una expresión de tristeza. – Entonces, ¿qué harás?

¿Qué haré? Y con esa pregunta, todo lo que ocupó su mente, fue el anciano. – Debo encontrar a los que mataron a mi abuelo.

– Son tipos peligrosos, Yuuji, no puedes enfrentarte a ellos tú solo.

– Debo hacerlo, de igual forma intentarán matarme. 


El pelinegro pareció pensarlo por varios segundos, como animándose en añadir algo a la conversación. – Sé de alguien que puede ayudarte. 

– ¿Alguien? – Expandió sus ojos, por la sorpresa. Si bien, Junpei no era muy abierto respecto a los acontecimientos de su vida, era extraño pensar que estaba relacionado con gente peligrosa. – ¿Quién?

– Su nombre es Mahito. – Con un pequeño carraspeo, se animó a continuar. – Trabajo para él desde hace un año.

– ¿Mahito? – No recordaba haber escuchado ese nombre anteriormente. – ¿Qué haces para él?

Su mirada fue en muchas direcciones antes de volver a encontrarse con la suya. – Debes prometer que nunca se lo contarás a nadie.

Pero mientras más palabras salían de la boca del pelinegro, más difícil era ocultar la confusión y el temor en su rostro. – Junpei.

– Yuuji, promételo. Será la única forma de ayudarte. 

Debió pensarlo mucho antes de acceder, pero las ganas de lograr su venganza en el menor tiempo posible eran mayores a su juicio. – Lo prometo.

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