5. El caos interno.

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Hace un tiempo dejé las cuchillas, el gusto del desangre por el querer empezar a amarme.

Otra persona pensará que eso era solamente por querer llamar la atención,
pero si así fuese, mis cicatrices no hubieran permanecido escondidas.

El gusto de ver sangrar mis heridas, el sentirme satisfecha por ver cómo todo fluye
y no dejar que nada me parase.

Esos pequeños momentos que para mi eran mágicos
los deje de lado para luchar contra mis demonios internos.

Llevaba unos meses sin tener estos pensamientos suicidas,
porque por mucho que me cueste admitirlo, lo son.

Es ver mi yo del pasado y sentir un miedo imparable,
el hecho de verme tan rota siendo tan pequeña,
cuando se suponia que son los mejores momentos de nuestras vidas, me asusta.

Me asusta ver como una cosa tan pequeña tenía el valor de acabar con todo
por no volver a sufrir ni un minuto más.

Es extraño que ahora, hace casi 1 año que estoy luchando por querer cambiar eso,
mejorar yo como persona al punto de querer tener esa estabilidad que tanto anhelo.

Perdí mis ganas de vivir con tan poco uso de razón,
que ahora que te digan que la vida es mucho más sencilla de lo que parece,
me produce mucha gracia.

Si el mundo fuese consciente del caos interno que llevan los adolescentes
entenderían que los tiempos han cambiado y que la vida nos da miedo,
porque vivimos con la sensación de estar sobreviviendo a un mundo lleno de esquizofrénicos,
de suicidas inminentes, ansiedad por el aire que acaba consumiendo e infectando a toda la humanidad.

Que difícil es vivir en un mundo tan cruel,
donde la única salida está en un puño contra la pared,
unos brazos, piernas, costados llenos de cicatrices
que cada una de esas marcas de guerra tiene detrás un motivo.

Ojala todo el mundo supiese apreciar como es una persona
por su historia y no solo juzgarla por su portada.

Lo que en silencio guardo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora