Bill

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Un muerto en vida podía tener recuerdos, incluso más lúcidos que los que tenia el único hijo que le quedaba con vida.

Pero apenas podía moverse sin sentir dolor.

Así que lo mejor que podía hacer en sus días era.

Pensar, imaginar, recordar y dormir.

No tenía sentido comer, su sistema digestivo estaba totalmente destruido, su estómago como sus intestinos, así que si comía algo, su cuerpo se pudriria con más rapidez de lo normal o se iría por cualquier orificio al azar.

Sinceramente, no valía la pena intentarlo, ya no en ese punto...

Estaba enfermo, eso lo sabía desde nacimiento, recordaba que cuando era pequeño solía llorar cuando perdía la cuenta de cuantos platos habían en su casa o de cuantas luces funcionaban y cuantas no, tenía lo que se decía, trastorno obsesivo compulsivo, pero eso no lo descubrió hasta que lo escucho en la universidad, un compañero suyo que estudiaba psicología le había explicado que era.

Bueno, eso igualmente no iba a arreglar todos los años en que sus padres lo llamaron loco, aun que no estaban del todo desviados, no solo lo decían por el trastorno que tenía, también lo decían por sus acciones.

Comenzó con cosas pequeñas, como romper los platos, manipular a sus padres y compañeros de clase, hacerse heridas en su cuerpo y después culpar a alguien que no estuviese involucrado... hasta el punto en que un día termino matando a su perro, por mero disfrute.

Fue la primera vez que sintió la verdadera adrenalina, no sólo porque sabía que sus padres le darían una paliza, si no, porque fue casi un sentimiento placentero pelear contra el animal hasta ganarle y finalmente poder explorar el cuerpo del animal.

Ni el sexo se sintió tan bien en su vida como se sentía matar para él.

Lo único que se sentía igual de bien que matar, era trabajar con Henry, su mejor amigo o ¿podría llamarle mejor amante?

Sinceramente le daba igual lo que las demás personas pensaban de él, por eso siempre actuaba de forma casi impulsiva, pero si se trataba de su sexualidad, era un problema, podría ir a la cárcel o peor, morir.

Amaba matar, pero el miedo que le tenía a la muerte era inmensa, siempre lo fue y tal vez eso es lo que lo mantiene vivo hasta el día de hoy.

Siempre pensó "Dios no existe, el diablo sí" y con el ahora respirando el mismo aire que los vivos, lo confirmaba.

Porque muy en el fondo, sabía que lo que hacía estaba mal, moralmente y éticamente.

¡Pero no lo podían culpar! Era adictivo, como la cocaina, era tan adictivo que no podía vivir sin escuchar gritos de agonía al menos una vez cada ciertos años.

Tampoco es un imbecil, matar a muchas personas, en especial niños, de una vez, sería demasiado sospechoso y no le daba la cabeza para pelear con la policía o el FBI.

Prefería darles un gran montón de dinero y moderarse de vez en cuando.

Tal vez del único asesinato que se arrepentía, fue el de la hija de Henry...

Si tan solo no lo hubiese hecho, tal vez estaría viviendo una vida de ensueño con él, aun trabajando en algún restaurante y trabajando cada vez más en mejores diseños.

Cada vez más humanos.

Solo que durarían más, mucho más.

Dolió la muerte de su esposa, en algún momento de su adolescencia cuando la conoció, se había enamorado de ella, pero fue de lo más fácil reemplazarla, tan solo le tomó hacer un par de diseños y la primera y única señora afton ya estaba lista!

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⏰ Última actualización: Apr 18, 2022 ⏰

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Memories [William A. x Henry E.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora