GRACE
Quería salir de allí, de aquel mundo y de aquella gente, así que agarré los auriculares como si de un avión se tratara y me sumergí en su armónica melodía. Mi cuerpo se encontraba inmóvil en mi habitación, pero mi alma ya había escapado por la pequeña ventana que esta tenía.
En aquel momento, sentía que empezaba a correr desesperadamente. Corrí como nadie antes lo había hecho. De todo y de todos. Los que en aquel instante paseaban por la calle, los que me vieron, quizá pensaron que estaba loca. Algunos me miraban con tristeza, algunos como si con cada paso que daba, perdiera un poco más la cordura, pero me daba igual. Me daba igual porque ese fue el momento en el que me sentí más libre de toda mi vida. Corría sin rumbo, notaba como mi pulso se aceleraba y me quedaba sin aire. Me dolían las piernas y mis pies desnudos, pero, a la vez, sentía como el viento hacía volar mi pelo castaño y con ello, una gran sensación de libertad recorrió todo mi cuerpo. Empecé a bailar en medio de aquel paraíso sin miedo a que nadie me juzgase, me sentía como una niña pequeña al jugar por primera vez.
El sol se empezó a esconder y eso dio lugar a una preciosa puesta de sol. De repente, un color rojizo inundó el cielo de aquella tarde. Pero como bien sabemos, nada dura eternamente, así que, al cabo de muy poco, toda aquella felicidad se desvaneció.