En el interior de un carruaje, Stephen permanece cabizbajo y ansioso mientras aguarda llegar a su destino, absorto en un mar de pensamientos nada alentadores. Poco queda de aquel hombre feliz que solía ser. Con gran fuerza de voluntad, logra reprimir su llanto.
A escasos metros de llegar, tomo la decisión de interrumpir el viaje y continuarlo a pie. Un alivio profundo lo embargo una vez que descendió del carruaje y sus pies tocaron el suelo.
Después de emprender un viaje largo y tortuoso, comenzó una caminata para arribar a su hogar.
Detuvo su marcha al distinguir, a lo lejos, a su querido y único hermano, Steve. Rápidamente una mueca de desagrado mezclada con un toque de asombro se dibujo en su rostro en el instante que aprecio lo acaramelado y feliz que esta con ese omega, el mismo que se aferra en despreciar con toda su alma.
Ladeo la cabeza en señal de negación, alejando su mirar de aquella imagen que tanto furor le produce. Molesto y enfurruñado, retomo su camino, empujando a un par de personas que estorbaban a su paso.
Una hora más tarde, Steve, que sabía de su llegada, se presento a su casa para conocer los pormenores de su viaje, deseando escuchar noticias alentadoras. Cuando la puerta se abrió, revelando la alta figura de su querido hermano, el rubio, siempre afectuoso y más expresivo en sus emociones, lo abrazo.
Stephen, disimuladamente, no tardo en apartarlo, no porque le disgustará las muestras afectuosas de su hermano, esta acostumbrado a ellas, sino por el aroma dulzón que llego a sus fosas nasales.
Luego, ambos procedieron a tomar asiento en un sillón.
—Que gusto verte. ¿Cómo te fue?—preguntó el blondo enseguida.
—Hmm, lo mismo de siempre—respondió Stephen apesadumbrado, con cierto dejo que evidencia su fastidio y hartazgo.
—Lo siento mucho—contradijo con bastante pesar.
—Da igual—comentó indiferente, levantándose—. Iré por el té.
—Te ayudo—se ofreció gentil.
—No soy un inútil, ¿sí?—repuso ofendido.
—Esta bien, esta bien—asintió retrocediendo; siempre ha tenido un carácter difícil de tratar.
Cuando el azabache trajo el té, Steve solo se limito a observarlo de reojo, evitando mirarle con lástima, no quiere desatar su enojo. Como añora ver aquella sonrisa burlona en su rostro, sonrisa que esta ausente desde hace tiempo.
—Te vi en la plaza—dijo Stephen repentinamente, rompiendo el silencio que prevalecía.
—Ah, ¿me viste?—mencionó un poco sobresaltado, incomodándose al instante.
—Sí... con ese omega.
—Oh—murmuró esbozando una sonrisa amplia que no pudo ocultar por más que lo intento—. Hermano mío, estoy muy feliz, ¡por fin accedió a salir conmigo!—compartió alegremente la noticia.
—Ah, vaya—contradijo, en contraste, poco entusiasmado.
—Sé que él nunca ha sido de tu agrado, pero si al menos le dieras una oportunidad, te darías cuenta que no es tan malo como piensas.
—No le des la oportunidad a ese tipo de destrozar tus sentimientos, su mala reputación respaldan mis palabras. Todo mundo sabe que él...
—Solo son rumores...—objetó el rubio firme, interrumpiendo su discurso.
—Que son verdad. No seas ingenuo. Ese omega es un libertino y vulgar, se la pasa de cama en cama, ¿en serio piensas que eres el único?
—Ah—resoplo con cansancio—, si eso es verdad, yo no lo voy a juzgar por su pasado.