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El ruido de un objeto rompiéndose hizo que me levantará de un salto. El sueño se esfumó de mi cuerpo, me quedé de piedra en medio de la sala. Me había quedado dormida en el sofá.
Sin emitir ruido alguno, caminé descalza por el pasillo de la casa sumida en la oscuridad. No sabía que hora era pero por la oscuridad que había fuera, deducí que ya era muy tarde.

Una vez frente a la puerta de la entrada de mi casa, me atreví a mirar por las ventanas. Y nada. Todo allí afuera están oscuro y solitario. Se oyó otro ruido, pero está vez, vino detrás mío.
Me quedé muy quieta en mi lugar y traté de recordar donde diablos había metido mi móvil, en caso de necesitarlo.

Un escalofrío me recorrió entera cuando sentí, muy suavemente, que algo me rozaba los pies. Y fue entonces, que me olvidé de hasta mi propia existencia y solté un grito eufórico.

—¡NO ME TOQUES! —grité, espantada.

Pero, quién me respondió no fue un idiota que intentaba robarme.

—Shh, que no grites —Joy se desplazó hasta quedar frente a mí y la de idea de que hablase casi hace que me desmayé,—necesito que vayas a la cocina.

Me puse una mano en el pecho y traté de respirar lo mejor posible.

—¿Por qué? ¿Tienes hambre? —inquerí pero él sólo se limitó a mover la cola.

Tome eso como un sí.

Solté un suspiro cansado y fui para la cocina, aún a oscuras. Conocía bien mi casa como para estar prendiendo todas a las luces por ir a buscar comida para mí perro, era innecesario.

Cuando fui a tomar su plato, otra vez escuché otro ruido pero está vez más fuerte. Me temblaron las piernas, con el miedo trepando mi cuerpo y llegando mi cabeza. Dejé con suavidad el plato de Joy sobre la mesa y me giré hacia las ventanas de la cocina. Afuera estaba algo iluminado por las luces de la calle, sin embargo, no podía ver casi nada con claridad.

Vaya mierda...

Pero lo que realmente era una mierda, fue encontrar el seguro de la ventana abierto. Es decir, que cualquiera ponía haber entrado. Estiré la mano y me apresuré a cerrarla. No quería que entrase algún bicho o algo por el estilo.

Cuando quise retomar la comida de Joy, me fue imposible.
De un momento a otro, sentí como alguien me cubría la boca y tiraba de mí hacía atrás. Pegué un salto escandalizada y no dudé en intentar gritar. La oscuridad que me rodeaba me impedía ver de quién se trataba pero de antemano sabía que no era mi madre, ni nadie que conociera.

Empujé mi cuerpo hacia adelante e intenté golpearlo con mis manos. Mis gritos fueron silenciados por su mano, una euforia me recorrió el cuerpo y me desesperé moviéndome como  una lombriz. La fuerza que ejercía sobre mí me obligó a intentar llamar a Joy pero fue inútil.
Me sale de su agarre y solté un alarido.

—¡Ayuda! ¡Me quieren secuestrar! —grité.

El golpe secó de mi cara contra la mesada me hizo callarme de golpe. Un sollozo abandonó mi cuerpo.

—¡Suelta mis manos, joder! —chillé, intentando rasguñar las manos que querían inmovilizadorme.

Escuché el ruido de otros pasos, y las ideas más espantosas pasaron por mi mente.

—¿Qué diablos haces? —vociferó otra voz.

—Se intentó escapar.

—¡Te ordenó que la sueltes!

El sujeto que me retenía con fuerza contra la mesada, me soltó de golpe. Pude respirar contra el frío de la mesada pero no me dí tiempo de descansar, me giré hacía ellos.

La Última Y Primera Vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora