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El lomo de los libros estaban viejos. Era algo obvio si llevaban más de cien años guardados, por más de que los cuides de la mejor manera posible.

Recorrí las estantería en busca de "Frey Mack" según Joy, era uno de los mejores hechiceros que escondía su identidad bajo ese seudónimo para que no lo atrapen. Es decir, para que en la Edad Media no lo prendan fuego o algo peor.
A pesar de que mi perro no hacía nada en su vida, resultó saber mucho de historia antigua, de mitos o leyendas urbanas que resultaron ser más interesantes o creíbles que las que estaba acostumbrada.

Estábamos en una librería vieja de Capital. Habíamos tenido que venir caminando porque no aceptan perros en el transporte público y él no es muy pequeño para esconderlo. Para entrar aquí tuve que decir que lo necesitaba porque sólo el reconocía el libro que necesitaba. Es una idiotez pero me creyeron.

—Pregunta importantísima —lo detuve cuando fuimos a subir al segundo piso,—si sólo los de otro universo pueden escucharte, ¿De cuál se supone que eres?

Joy ladeó la cabeza con la lengua afuera como si nunca hubiese tomado agua en su vida y se echó a correr escaleras arriba. No me espero cuando decidió apoyar sus patas delanteras sobre una de las estanterías y tomar un libro con los dientes.

—¡Que no puedes tomar los libros! —grité dando zancadas hasta llegar a su lado. Se lo arranqué de la boca,—¡Sé más educado!

Se bajó con una agilidad increíble y en un segundo estaba colgado de otra estantería. Esta vez espero que me acerqué y me señaló que tomé uno de color violeta y que seguro tenía más hojas que palabras.

—Es de él —chilló moviendo la cola con una alegría increíble.

Intercambie miradas entre el libro y él. En efecto, el autor no era Frey Mack pero quería jugar un rato con él.

—No te lo leeré hasta que contestes mis preguntas —le propuse,—quiero saber de dónde vienes y...que carajos sucede.

Joy volvió a ladear la cabeza, miles de preguntas se dibujaron en su rostro. Me vino una sensación indescriptible que me abordó por completo, recordé cuando lo conocí, cuando ví ese rostro por primera vez y el corazón se me achicó.

—Soy de este universo —aclaro, algo distraído,—mi madre vivía con una mujer que por accidente hizo algo muy raro y logró escucharla hablar. Mi padre no, jamás tuvo a alguien.

—¿Es decir que jamás tuvo dueño?

Él suspiró, irritado.

—No somos objetos, Rose, no me gusta llamarte dueña. Creo que eres más que eso —ojeó el libro que sostenía,—y la verdad es que tampoco se mucho de esa magia. Antes de conocerte Kol me encontró en la calle y cuando me entendió al hablar, supo que tenía genes distintos.

—¿Kol suele venir a esta dimensión? —dude, de repente más interesada.

—No mucho. Es más por su hermano. En la otra dimensión es algo así como el villano elegido y lo manda a controlar que nadie sepa de nosotros.

Ese apodo me llamó muchísimo la atención. Sin embargo, lo dejé pasar y le dije a Joy que ese no era el libro que buscamos. Por supuesto que se enfadó durante menos de diez minutos pero la búsquedas del dichoso libro se hizo muy extensa.

Me paseé por las viejas y altas estanterías buscando el seudónimo de ese tipo que se supone que nos ayudaría. Él ni siquiera estaba seguro y estaba sospechando que se lo había inventado. Es decir, de repente llegaba alguien a mi casa en plena noche y nos acusaba de usar magia oscura o algo así, y al otro día ya teníamos un plan b al que recurrir. Aunque, sinceramente, no quería que las cosas cambiarán. Este intercambio de palabras y gestos que teníamos era algo.... distinto.

La Última Y Primera Vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora