PRÓLOGO.

3 1 0
                                    

Alba

Recuerdo haber estado enamorada de alguien a los 15 años... ¿Pero como podría gustarle? Yo era torpe y sin curva alguna, tenía un gran sentido del humor, sin embargo, no llamaba la atención de muchos chicos.
Max era impresionante. Era mayor, por supuesto, y todas las chicas querían estar con alguien tan impresionante cómo Maximiliano de Armas.
En la noche de graduación, su novia que iba en mi curso y él, terminaron.
Él estaba destrozado y ella estaba besando a alguien más.
Así que, ocurrió algo inexplicable.
Max me miró, entre tanta gente y sonrió, probablemente en un arranque de desesperación y soledad caminó hacia mi.
—¿Bailas?— Preguntó extendiéndome la mano. Dudé unos segundos. Sabía que él no estaba interesado en mí.
—¿Sabes mi nombre?— Pregunté apenas en un débil susurro. Él me sonrió.
—Por supuesto que sé tu nombre, Alba
—Yo no bailo.
—Es una pena, luces hermosa y ese vestido merece un poco de diversión.
—No sé bailar— Max pasó su mano por mi cabello.
—Entiendo... Hagamos algo estúpido.
—¿Cómo qué?
Solo di que sí.
—De acuerdo— Dije mientras nos abríamos paso entre la multitud. Una vez afuera, el aire me golpeó fuerte. Besó mi mano mientras caminábamos en silencio, buscando algo... Unos metros después, encontramos su auto. Abrió la puerta del copiloto. Subí nerviosa.
Una vez dentro, me ofreció su saco, era enorme y olía delicioso. Encendió el auto y me ofreció una cerveza.
15 años, un chico hermoso y alcohol ilegal... Vaya idiotez.
Después de una cerveza, Max y yo terminamos en medio de la nada, en un mirador.
—Me iré a Canadá— Dijo con cierta angustia.
—¿Y?
—Nada... Solo quería decirlo. Lo siento.
—¿Porqué te disculpas?
—Porque soy mayor que tú... Y he bebido más y tú eres preciosa.
—Nunca fuimos amigos...
—Podriamos serlo, si no tuviera que irme.
—Creo que haz bebido demasiado.
—Alba, me iré por la mañana... Estoy pasando mis últimas horas en México contigo. ¿Podrías preocuparte menos?
—¿Y que se supone que haga?
—Podrías fingir que me quieres... Sé que esto puede parecer extraño... Pero me siento muy solo.
—¿Porqué haría eso?
—Porque ambos estamos solos— Me quedé en silencio analizando la situación... Nunca nadie había rogado por mi compañía, de hecho, nunca me habían hecho sentir que querían mi compañía. Los problemas en casa me estaban consumiendo, la rutina y la ansiedad me estaban volviendo loca. Cada día me sentía más sola y arruinada. Tan miserable y destruida a los 15 años, era tan trágico que rozaba lo patético. No sabía cuál era el problema de Max, pero esa sola frase me bastó para aceptar. Yo estaba tan sedienta de amor... Él sólo me abrazó... Y me sentí tan estúpida... ¿Cuando fue la última vez que me abrazaron?
—Quiero ir a casa, Max... No sé que estamos haciendo aquí.
—Solo quiero pensar... Por favor, quédate conmigo un momento más— Ambos nos quedamos en silencio. Yo estaba viendo las estrellas, intentando lidiar con todo el caos de mi vida. De vez en cuándo me miraba, pero no decía nada.
Era extraño, porque no era incómodo a pesar de que nunca habíamos hablado. Y tampoco nos conocíamos...
Después de un largo abrazo, me llevó a casa...
Se fue a Canadá y yo arruiné mi vida, pero nunca dejé de pensar en él y en esa extraña noche.

Sólo di que si. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora