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𝑆𝑒𝑏𝑎𝑠𝑡𝑖𝑎́𝑛.


Cuando su camioneta dejó el espacio frente a la casa y desapareció en la calle, mis ojos se llenaron de lágrimas.

Lidia se había ido.

Gala e Isabella se mantuvieron a mí lado, ambas se miraban entre sí cómo queriendo saber qué hacer.

—Voy a seguir ordenando la casa, Sebastián. —informó la chica de lentes. La miré y solo asentí con una leve sonrisa.

Le dije que podía llamarme Sebastián en vez de señor Sebastián. Aún no era tan viejo y esa simple palabra me hacía sentir así.

Cuando Isabella entró a la casa, Gala se acercó a mí y me tomó del codo, haciéndome poner mi vista en ella.

—También deberíamos entrar, Sebas. —sugirió mientras me hacía caminar hasta la casa. Yo solo la seguía sin ser consciente de lo que me iba diciendo. —¿Tienes su número? —la voz de Gala me hizo volver a la realidad, dándome cuenta que me encontraba sentado en uno de los sofás de la sala.

—¿Qué? —solté confundido.

—El número de Giovanni Reyna, Sebas. —me hizo saber y la seguía mirando confundido. —Dijiste que ibas a llamarlo para preguntarle sobre lo que pasó con Hanna. —me recordó.

—Ah, sí.

Justo a punto de tomar mi teléfono, este sonó. Lo tomé rápido con la esperanza de que fuese Lidia, pero el nombre de mi director técnico apareció en la pantalla quitándome esa ilusión.

¿Si? —dije sin ánimos.

Sebastián, necesito que te presentes en las oficinas lo más rápido que puedas. ¿Será posible? —preguntó con cierta urgencia.

Uhm, sí. Dame quince o veinte minutos y estaré allá. ¿Todo bien? —quise saber.

Hubo un silencio en la línea y luego un suspiro pesado de su parte me confirmó que no era algo bueno.

Ven y aquí hablamos. Por favor. —pidió.

Está bien. Nos vemos. —le dije y colgué.

Gala me miraba con curiosidad, supongo que mi rostro era una mezcla de confusión y preocupación.

—¿Qué pasó? ¿Quién era? —decía mientras se agarraba el pecho con ambas manos.

—Era Marco, el técnico del equipo. —le dije y ella me miró como queriendo que yo siguiera hablando. —Quiere que vaya con urgencia a las oficinas. Se oía preocupado.

—¿No te dijo nada más? —me preguntó y negué. —¿Y? ¿Vas a ir?

—Claro. —hablé.

—¿Puedo acompañarte? —pidió. —Quizá es algo relacionado a lo sucedido y necesitarás apoyo.

—Lo dudo mucho, pero sí, puedes venir. El apoyo de una persona en estos momentos me vendría de puta madre. —solté con una mueca y ella asintió.

Mientras yo salí a encender el coche, Gala subió a avisarle a Isabella que saldríamos por un momento. Unos minutos después, Gala apareció y pudimos salir rumbo a las oficinas del estadio.

El camino fue cómodo. Ninguno hablaba pero no era molesto ni incómodo. Ella me conocía de años atrás y sabía cómo me estaba sintiendo en estos momentos, lo cual agradecía muchísimo.

Pasaron alrededor de 20 minutos y me encontraba estacionando mi coche. Ambos bajamos y caminamos de prisa hacia las instalaciones, en donde después de haber pasado por todos los filtros de seguridad, por fin estábamos frente a la oficina.

𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐  (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora