Capítulo 3

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Espero sentada en el alféizar de la ventana, Belia se encuentra en el jardín vigilando el cambio de guardia, está agachada detrás de un arbusto, la luz de una pequeña farola a su lado le alumbra y permite que le vea. Tiene un pequeño cristal en la mano.

Espero impaciente a su señal para poder bajar, tengo tres minutos para conseguir salir sin que me vean. Si tengo suerte, hoy estarán los guardias más lentos y puede que tenga cuatro minutos o más.

Pasa un rato y entonces lo veo, un pequeño reflejo de luz se posa en la cristal de la ventana, me subo la capucha de mi vestido rojo y saco mi cuerpo por la ventana, unos cuantos metros me separan del suelo. Tengo treinta segundos para bajar por la enredadera que cubre la pared.

Con cuidado, voy agarrándome de las gruesas ramas, rezando porque no se suelte ninguna. Quince segundos, mi pie derecho no se apoya bien en uno de los troncos y resbalo, ahogo un grito. Me quedo un segundo parada, espero que nadie me haya oído. Veinticinco segundos, todavía me quedan dos metros, me tengo que dar más prisa. Cuando queda un metro decido tirarme, cierro los ojos esperando no hacerme daño, pero caigo perfecta.

He gastado un minuto. Del palacio al muro hay muchos metros, unos ciento veinte  más o menos, tengo que darme prisa, remango mi vestido y hecho a correr. Miro la torre de vigilancia, no hay nadie. Sigo corriendo, procurando no tropezar. Veinte segundos y aún voy por la mitad, tengo que darme más prisa. Tropiezo con una rama, pero no me permito parar, no puedo perder más tiempo. Paso por al lado del arbusto donde se encuentra Belia y oigo su suspiro, sabe que voy justa.

Me quedan quince metros para llegar al muro que me separa del exterior, treinta segundos. Alzo la cabeza, un gran muro de piedra de más o menos veinte metros se levanta ante mí. Está lleno de enredaderas. Cuarenta segundos y por fin llego a la muralla.

Mi respiración sale rápida, casi hiperventilando, no tengo tiempo de coger aire. Un minuto y medio es lo que suelo tardar en subir el muro, esta vez solo tengo un minuto y veinte segundos, he perdido diez.

Comienzo a escalar, un metro, dos, tres... mis manos sudan, mis piernas tiemblan. Miro de reojo al suelo, me encuentro a diez metros, suspiro. Sigo subiendo, la temperatura baja unos grados por la altura, hay un poco de niebla, las hojas y ramas de la enredadera están húmedas, mis pies resbalan. Con fuerza me agarro con las manos de una rama, estoy colgando, intento volver a apoyar los pies en alguna rama, pero estos resbalan. Mis manos comienzan a doler y resbalar. Solo me quedan cinco metros y veinte segundos. Busco algún sitio donde poder apoyar bien los pies antes de caer, no tengo tiempo.

De repente veo a mi izquierda un agujero, no lo pienso, me columpio con el cuerpo para poder llegar con el pie izquierdo a ese hueco. Al segundo impulso lo consigo, tengo los brazos agarrotados me quedan diez segundos, no me va a dar tiempo.

Sigo subiendo, intento buscar si hay más agujeros por donde pueda subir. Cinco segundos, rezo porque los guardias no se den prisa, pero a quien rezo no me escucha lo suficiente. De la torre de seguridad que se encuentra en una de las esquinas de la muralla se enciende un foco.

La luz del foco se pasea alrededor del jardín y de la pared del muro buscando intrusos. Agradezco que el foco haya empezado a alumbrar la pared del muro de enfrente de la que estoy yo, eso me da unos segundos. Tengo quince segundos hasta que llegue a la parte del muro en la que me encuentro.

Si no me doy prisa, estaré en problemas. Tres metros de muro diez segundos, dos metros cinco segundos, no voy a llegar. Se oyen pasos debajo de mí, hay dos guardias paseando por esa zona. un metro, con las últimas fuerzas que me quedan me impulso con las piernas hasta llegar al final del muro, recargo mi pecho en el borde y en un ultimo impulso de brazos paso todo mi cuerpo al otro lado.

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⏰ Última actualización: Apr 05, 2022 ⏰

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