Gracias al traidor

715 60 1
                                    

Dedicado a todas las harmonys.

Las gotas de lluvia se siguen estrellando contra el techo de la tienda.

Estás helada y las mantas con las que Harry te envolvió hace un rato no hacen mucho por ayudarte, porque el frío está instalado dentro de ti. Cuando tus dientes comienzan a castañear y sientes escalofríos bajar por tu espalda, te acercas a la hoguera esperando recibir un poco de su calor. Junto al fuego, es cuando lo notas. Un olor conocido y familiar. El olor que hasta el día de ayer te hacía suspirar por lo bajo y te hacía desear que su dueño te rodeara con los brazos, sólo para quedar tan impregnada de ese aroma como su ropa. Rabiosa e impidiendo que más lágrimas caigan de tus ojos, te deshaces de las mantas que te rodean. Es su aroma. El del traidor que los acaba de dejar.

-¿Estás bien? -pregunta Harry desde su cama. Llamaste su atención al pisar furiosa las sábanas cuando cayeron al piso. No le contestas, sigues descargando toda tu ira contra la tela -¿Hermione? -vuelve a preguntar él, ahora con tono preocupado.

"Tonto, tonto, ¡tonto!" repites en tu mente, ahora levantando la manta, retorciéndola, jalándola, haciéndola tiras, imaginando que es a su propietario a quien dañas. "¡Eres un grandísimo tonto, Ronald Weasley!".

Estás tan enojada, que quieres reducir la tela lo más posible, dejando solamente algunos hilos sueltos. Buscas tu varita, queriendo usarla para reducir esos hilos a cenizas, y tu visión pasa súbitamente de rojo a negro, porque te encuentras atrapada contra el pecho de tu mejor amigo.

-¡Hermione! -dice él mientras te abraza, más fuerte de lo necesario, intentando calmarte, tranquilizarte y detenerte. Tu primer impulso es luchar contra él, defenderte, salir de la prisión de sus brazos para cumplir tu objetivo, pero cuando él hace más presión sobre tu cuerpo, te derrotas y comienzas a llorar, muy alto y fuerte, espantándote a ti misma sin poder controlarte.

Los brazos de tu amigo ya no te aprisionan, sino que siguen fuertes a tu alrededor, para poder sostenerte. Te percatas que estás completamente apoyada en él. Literal y figurativamente, él está ahí para ti. Con ese pensamiento, encuentras un poco de consuelo y por fin te separas de él. Al verlo de frente, notas como sus ojos también están rojos. Se quedan mirando fijamente, mientras te preguntas que puedes hacer para hacerle sentir el mismo confort que acabas de experimentar. Que puedes hacer para que él también sepa que estarás ahí para él en todo momento, cuando sea que te necesite. Sin dejar de verte, él asiente. Tu alma se tranquiliza, porque con ese simple gesto, entiendes que él lo sabe.

Separándose, cada quién se dirige a su cama, con la total seguridad de que ninguno podrá descansar esa noche. Te acuestas, cierras los ojos y finges dormir, pero los abres un poco para espiar entre las pestañas cuando oyes un ruido. Es Harry, echando al fuego los jirones de la manta que habías dejado en el suelo.

oOo

Los días transcurren en silencio.

Desayunan, hacen sus tareas, hablan sobre posibles teorías y oportunidades que los ayuden a terminar su misión, pero mientras más pasa el tiempo, más rebuscadas se vuelven y más hartos los ponen a ustedes.

Las noches son peores.

Oyes el avance del reloj y los ruidos de la naturaleza que hay fuera de la tienda. Sientes que no descansas nada, pero debes estar durmiendo a ratos, porque aún estás lúcida en el día. Pasas toda la madrugada dando vueltas en la cama, enredándote entre tus sábanas, intentando abrigarte mejor porque para colmo de males es invierno y el frío se cuela por todas partes. Oyes a Harry hacer lo mismo en su cama. No pueden poner hechizo de calefacción muy potentes por miedo a ser descubiertos.

Gracias al traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora