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—Deberían haberte abortado... Seguro tus padres lo lamentan.

NamJoon suspiró. ¿Cuánto más debía soportarlo? Vio su reloj de mano... ¡Qué tortura! Faltaban dos horas para que su castigo terminara.

—Mis padres me aman mucho más de lo que puedes imaginar, aunque tal vez tú no conozcas qué es eso. Por eso te ha de molestar tanto.

—Entonces lo lamento por ellos. —Ignoró SeokJin, continuando con su labor de limpiar uno de los ventanales.

Llevaban apenas... Esperen, NamJoon tiene la cuenta exacta: sip, llevan apenas tres días de su castigo, de ese horroroso día media hora y ya están hartos de la presencia del otro.

Es decir, ¿no tienen suficiente con compartir la mayoría de clases todo el día? Nooo, los nenes tenían que cometer una estupidez para terminar horas extras juntos por una semana entera.

Aunque era mejor qué tener que dar explicaciones sobre lo sucedido aquella tarde.

NamJoon bufó de tan sólo haberlo recordado.

—En serio que eres insoportable, no entiendo cómo es que tienes amigos que te soporten.

—En realidad soy muy encantador, pero sólo un par de personas selectas pueden saberlo.

—Ajá.

NamJoon limpiaba los escaparates de deportes mientras que SeokJin secaba los ventanales del almacén. Aunque parecían no poder pasar ni un segundo sin que se dijeran algún tipo de mierda al otro, en realidad, esos días los pasaban casi sin dirigirse la palabra. Cosa que ambos agradecían mutuamente, más que nada porque no podían soportar escuchar lo irritante de la voz del contrario resonando en su cabeza.

Lo más notorio es como si quisieran evadirse mutuamente. Si uno de ellos iba a la izquierda el otro caminaba a la derecha; si uno subía, el otro bajaba; si alguno se giraba a verlo (aunque fuera un minúsculo segundo), el otro no le sostenía la mirada.

Era bastante extraño, y si alguien externo los viera en esa situación, seguramente afirmaría que algo ocurrió entre ellos. Ya que, en vez de verse como movimientos naturales, parecían planeados por ambos en una especie de tregua silenciosa.

Situación que, evidentemente, toda la universidad ya sospechaba fuertemente. Es decir, tanto SeokJin como NamJoon eran unas joyitas en el campus (no en el mal sentido); uno era el presidente de la asociación de alumnos, mientras que el otro era el chico más guapo de toda la facultad: ambos siendo igual de aplicados e inteligentes. Por ello, no les entraba en la cabeza que ahora —ambos— estuviesen cumpliendo un castigo. Lo que era aún más confuso, es que estaban cumpliéndolo juntos.

La pelea que hubiera ocurrido entre ellos (porque ambos seres eran muy distintos entre sí) debió de haber sido lo suficientemente grave como para haberlos arrastrado hasta esa situación. Sino, no se lo explicaban.

—¿Sabes? —mencionó SeokJin tras varios minutos de silencio. NamJoon estaban tan feliz hasta que abrió la boca. Bien dicen que no puedes tener todo en esta vida—. Podría disfrutar más este momento incluso estando aquí encerrado con mi ex que contigo.

Decir que eso no le pareció asqueroso y de mal gusto sería mentir. Si hablaba de mismo ex que todos comentanban por los pasillos que, al parecer lo había dejado casi en depresión tras su ruptura, entonces SeokJin debía estar realmente mal de la cabeza para pensar eso con tal de molestar a una persona que, cabe decir, no representa nada para él.

—¿En serio? —SeokJin, viendo la cara de disgusto de NamJoon, asintió—. ¿Y qué? ¿A él también piensas besarlo para terminar castigados juntos?

Los colores subieron hasta su rostro. ¿Cómo se atrevía a recordar el motivo por el que estaban ahí? En su defensa, había sido un accidente.

—¡Ha! Sueñas con que te hubiera besado porque quisiera. Fue un accidente, Kim, supéralo.

—Yo no hablaba de eso. ¿A poco tú si lo consideraste un beso? —se burló NamJoon—. Hasta donde recuerdo, acordamos en dejarlo como un accidente que no se repetiría nunca. ¿O no?

Regresando al día por los que estaban ahí, después de haber discutido, SeokJin había empujado levemente a NamJoon. Ni en sus peores sueños iba a permitir que ese poste con lentes se pusiera a ofenderlo o a sentirse por encima de él. En muchísimos aspectos, SeokJin sí que se consideraba mejor, sin importarle que le dijeran lo contrario.

A pesar de que sólo quería hacerlo sentir mal, su plan no había resultado como tal.

En el mismo instante que sus manos impactaron en el pecho del más alto (con la mayor fuerza posible), NamJoon lo sostuvo de sus brazos: provocando que ambos cayeran de topes contra el suelo. Tal impacto había sido tan sorpresivo, que SeokJin terminó rozando los labios de NamJoon. Fueron sólo unos segundos, pero los suficientes para ponerle los nervios de punta en el contacto de sus labios; con el roce de sus respiraciones y sus cuerpos prácticamente juntos.

Después de eso, no recuerda si fue NamJoon el primero, o él, en pegar el grito en el cielo. En llenar de insultos o reclamos. Por ese momento tan incómodo es que mintieron, porque no podían creer la asquerosa idea haber estado tan cerca el uno del otro: de haberse siquiera besado.

Era una tortura para ambos.

—Eres un odioso —gruñó bajito.

NamJoon no pudo evitar mofarse más de SeokJin, viendo cómo este se ponía nervioso y, además, todo rojo de sus mejillas.

—¿Por lo menos, beso bien?

—¡Eres un cínico!

Del balde con jabón que tenía cerca suyo, SeokJin le lanzó un charco de agua a la ropa de NamJoon. Quiso reírse de la impresión en sus ojos, de que claramente no lo había visto venir, pero antes de que pudiera hacerlo, el resto del balde cayó por su precioso y prolijo cabello, en sus hombros y hasta sus zapatos...

NamJoon le había vertido el agua entera encima. Y la sonrisa de satisfacción en sus labios demostraba que no se arrepentía en lo absoluto, junto con sus afables y destacables par de hoyuelos.

—Estas me las vas a pagar, Kim NamJoon...

Apenas se percataron y ambos estaban corriendo uno detrás del otro, tratando de cobrar venganza con los baldes y el jabón restante en lo extenso del jardín más escondido del campus.

Y, aunque tuviera que limpiar ese lugar, lo dejaron peor con sus jugarretas y gritos constantes de: "Me las vas a pagar".

Lo impresionante, es que en esas horas restantes que les quedaba, ninguno se percató que, mientras jugaban disfrazando el acto de "venganza" ambos mantenía una sonrisa genuina en sus labios de sólo pasar ese tiempo juntos.

Lo impresionante, es que en esas horas restantes que les quedaba, ninguno se percató que, mientras jugaban disfrazando el acto de "venganza" ambos mantenía una sonrisa genuina en sus labios de sólo pasar ese tiempo juntos

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