🌸Los Cerezos 🌸

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—Señor Sesshomaru...

—¿Qué?

—¿No le parece que las flores del cerezo son hermosas?

El Yōkai levantó la mirada hacia los árboles; las flores en él eran abundantes y algunos pétalos caían por la fuerza del viento. La flores era frágiles. Muy frágiles.
—No, no lo parece.

Rin frunció el ceño.
—¿Qué? Pero... —sus palabras de quedaron a medio hacer pues su mirada se concentró en el Yōkai frente a ella; la escena de él rodeado de esos árboles era bellísima. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por la mirada en oro del objetivo de su recién adquirida admiración visual.

—¿Señor Sesshomaru? —murmuró la joven al ver cómo el Yōkai la observaba con el ceño ligeramente fruncido.

—Tus mejillas lucen como los pétalos de las flores... —sesshomaru, con el semblante serio, observó el peculiar color adquirido en las mejillas de Rin
— ¿Estás enferma?

—¿M-Mis mejillas...? —sus ojos se abrieron un poco más y su rostro se calentó por la vergüenza. ¿Acaso lo estaba mirado sonrojada? Subió las manos a su rostro para cubrirse con ellas. ¡Era vergonzoso que él la viera de esa forma— Lo siento, señor Sesshomaru —murmuró con el rostro escondido.

El Yōkai dió dos pasos en dirección de la joven avergonzada y subió una mano para hacer que dejara de cubrírselo.
La observó mirarle aún con ese color en las mejillas, ahora un poco más intenso.
Parecían los pétalos del árbol de cerezo.
¿Por qué le resultaba interesante? Atrayente.
Su mirada estoica no abandonó el rostro de Rin; ella se removió algo nerviosa.
¿Acaso realmente estaba enferma?¿Debería llevarla de regreso a la aldea?

—Sí te sientes mal, deberíamos regresar.

—¡No me siento mal! —se apresuró a responder la jóven— Le pedí que vinieramos aquí porque en verdad quería ver el florecer de los cerezos con usted, señor Sesshomaru —su voz, firme al inicio de su frase, terminó siendo un susurro.

Sesshomaru la observó.
—Entiendo. Pero tu rostro...

—Yo —Rin le interrumpió. Su mirada estaba puesta directamente sobre los ojos del Yōkai frente a ella— Yo sólo... Yo... —se moría de nervios— Yo sólo...

Esto era absurdo. Seguramente tenía fiebre y eso no la dejaba pensar con claridad. Lo mejor sería llevarla con la anciana de la aldea para que la curara.
—Rin, te llevaré de regre...

—¡No! —gritó la joven, ganándose así la mirada algo desconcertada de Sesshomaru.

—Rin —la voz del Yōkai era tranquila— No seas caprichosa. Hemos visto los cerezos ya, no necesitamos que te enfermes por quedarte más tiempo fuera.

Rin, sentada sobre aquella roca, bajó la mirada a su regazo y frunció el ceño con tristeza.
No era eso lo que había planeado; ella quería decirle...

—Rin quería ver los cerezos florecer con el señor Sesshomaru porque es una vista muy linda... —murmuró desanimada.

—Los hemos visto ya —respondió el Yōkai.

Rin exhaló.
Parecía que él no entendía.
Levantó la mirada hacia él. Él ya la observaba.
—Señor Sesshomaru...

—Tus mejillas están más ruborizadas —apuntó lo evidente ante su mirada
— Hasta aquí puedo sentir el calor de tu rostro, Rin.  Debemos ir con la anciana.

Rin exhaló.
—No estoy enferma...

—Tu rostro está rojo, y acalorado.

—Sí, pero no...

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