12- 鉱山

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Miré a los lados, ya era hora de irnos y el tal Keiichi no aparecía, miré atrás levantando una ceja, esperando que alguno de nuestros compañeros de coche me diesen una respuesta, nada de nada, ¿dónde estaba ese malnacido?

—Me buscaba, ¿señorita Morizono?— Al no reconocer la voz giré mi cabeza, era él, le miré con desdén, ¿se iba a montar o no? Teníamos un juego que ganar. —Si me sigue mirando tan profundamente me atravesará, Morizono.— Iba a responder pero mi teléfono volvió a vibrar, era él, él era el otro crupier, al ver mi cambio de expresión supuse que se dio cuenta, tenía que disimular así que arranqué el coche y le miré de reojo durante el trayecto sin saber cómo sobrellevarlo, conducir no ayudaba a que me concentrase.

—Keiichi, ¿antes te gustaba ir en metro?— Miraba el cielo mientras pisaba el acelerador, esperaba que entendiese a que me refería. —De pequeña me metí en las vías y encontré una sala, ¿sabe? Fui una niña muy mala.— Sonreí y escupí por la ventana, ¿era mala? No del todo, ¿desobediente? Tenlo por seguro.

No te tires flores.

—Una pena que ya hayamos llegado, Morizono.— Dio dos golpecitos a su reloj de muñeca para recordar que no había tiempo que perder si queríamos seguir viviendo.

Amargado.

Bajé del coche y miré nuestro nuevo patio de juegos, parecía un campo de fútbol común y corriente, pero no quedó otra que entrar, veamos que toca, agarré un teléfono y esperé a que me reconociese, éramos unas 16 personas, bastantes a mi parecer, quizás el resto no fueron a otra zona de juego.

"La inscripción se ha cerrado, hay un total de 15 participantes, el juego va a empezar."

Uy, casi acierto, ¿que cosas no?

"Dificultad: 8 de picas."

"Juego: Carrera de Sacos."

"Reglas: No salir nunca del saco."

"Objetivo: Llegar hasta la meta al otro lado del campo de minas dentro del límite de tiempo."

"Tiempo del juego: 11 minutos."

Miré a Keiichi y el a mí, debíamos armar un plan que nos permitiese cruzar todo un campo minado dentro de unos sacos, miré a los lados, había unos tubos largos, podrían valer como pértigas pero era demasiado arriesgado, había una mesa con objetos, unos más curiosos que otros, obviamente fuimos hasta allí, había materiales que valían perfectamente para fabricar una bomba para desencadenar la explosión de todas las minas, pero no daría tiempo, también vimos un cacharro oxidado, parecía un detector de metales, con mucha suerte funcionaría y nos llevaría a la meta.

—Morizono, tengo una idea, es poco ortodoxa pero puede que funcione, con uno de los tubos que vimos antes alargamos el detector para mayor seguridad, obviamente no podemos ir dando saltos, así que ahí es donde entran nuestros nuevos amigos.— Agarró un cuchillo y una cuerda.— Usaremos los sacos de pantalones, la regla dice que no nos los quitemos, no que no los cortemos. —Me encogí de hombros mientras se me iluminaba la bombilla interior.

"Tiempo restante: 4 minutos."

—No es necesaria tanta formalidad, tenemos algo mejor que un detector de metales.— Saqué mi móvil y se lo enseñé, el asintió e hizo lo mismo, gracias a dios podías ponerles una cuenta atrás para que se autodestruyeran antes de tiempo, les dimos 10 segundos, tiempo suficiente para lanzarlos al campo y escondernos tras las gradas, viendo como las explosiones de estos desencadenaban las explosiones de todas y cada una de las minas.

—Brindo por un trabajo bien hecho.— Salimos con cautela yendo hacia el recorrido, caminando como si nada hubiera pasado mientras trozos de lo que antes fueron cuerpos humanos cubrían todo el campo, no era una vista agradable pero era a lo que estábamos acostumbrados.

"Habéis completado el juego."

Al fin,  había dos cosas buenas y una mala, las buenas eran que no había que dar excusas porque solo habíamos sobrevivido nosotros dos y que podíamos volver en coche después de ir al metro, la mala, Aguni se nos iba a echar encima por perder a los miembros que iban con nosotros, creo.

Obsesión | Suguru NiragiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora