13- 反逆

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Con la mano desnuda empecé a frotarme la piel, estaba sucia, llena de tierra para ser exactos, nada que una ducha no pudiese solucionar, pero había otras prioridades por el momento, así que solo pude sacar lo mas superficial, miré a Keiichi, no se estaba molestando en quedar mínimamente presentable, pero tampoco estaba muy sucia su ropa, me miró y se recolocó las gafas, había que marcharnos ya o tendríamos problemas en La Playa.

Aburrido.

El trayecto en coche no fue de lo mejor pero tampoco es que fuera catastrófico, solo que el hombre era callado, mucho, demasiado.

—¿Quién entra primero? Es decir, no es que me de mal rollo ni nada por el estilo, pero es que me gusta brindarle al resto la oportunidad de brillar más que yo.— Nada podía fallar, la falsa modestia siempre funcionaba.

Me ignoró, el paleto que vestía como un profesor de historia me ignoró. —Oye, ¿estás sordo o solo no entiendes mi idioma?— Estaba de brazos cruzados frente a la puerta, si, esa puerta, por lo que le estaba impidiendo el paso al señorito sordo, el cual no hizo nada, repito, nada para mejorar la situación, simplemente miró su reloj y luego a la puerta.

Paleto.

Bien, entré a la sala y cerré la puerta tras de mi, con suerte le habría dado en la nariz y se la habría roto o algo peor, volví a subir a la habitación donde había tenido una reunión con el señor raro la primera vez, buscándolo con la mirada; no estaba, así que me tocó dar vueltas por la estancia intentando abrir puertas que por cierto, no estaban ahí la última vez, pero estaban todas cerradas, así que bueno, me iba a sentar en el suelo cuando alguien me dio un toquecito en el hombro y por error y sin querer le di un puñetazo en la cara.

—¿Pero que coño te pasa subnormal?—Me giré a verlo, mierda. —¿Upsi?— El señor raro suspiró mientras se apretaba la nariz con fuerza, a ver, es su culpa, nadie en su sano juicio aparece así detrás de una persona con un mínimo de fuerza. —Jefe no exagere, no se está muriendo, en mi defensa diré que no sabía que era usted.—

O sí.

—Mejor deja el tema, has encontrado a los crupieres de La Playa al parecer, me alegro peque, pero no tienes la confianza de prácticamente nadie, no pretendes saltarte tus tareas, ¿no?—

—¿Se está dando el lujo de insinuar que no hago mi trabajo cuando literalmente me juego la vida?—

—Sí—

Sin comentarios, enserio, creo que nunca en la vida me había quedado sin habla de esta manera, lo estaba haciendo para molestarme, no sabía como me estaba sintiendo, ¿ofendida? No, ¿quizás dolida? Quién sabe, yo tengo muy claro que no.

—Bueno Seina, abajo tienes un teléfono nuevo, asegúrate de hacer bien tu trabajo.— Como si no lo hubiera hecho bien ya, que cabrón.

Ni siquiera me fijé si se había desaparecido de nuevo cuando fui a la sala principal dando un portazo, pensaba hacer una pataleta, todos los de la sala de televisiones me miraban, dios. —A ver pedazos de estiércol mal formado, ¿no tenéis nada mejor que hacer? Porque si ese es el caso puedo daros yo misma algo que hacer, y no os va a gustar.— Obviamente era una amenaza, ¿qué mierda se creían? Ellos solo tenían que idear juegos y luego disfrutarlos tras una pantalla, solo de pensarlo me hervía la sangre, salí de allí dando otro portazo, no pensaba seguir en la misma sala que esos vagos con pinta de inadaptados.

Al llegar a la boca del metro me quedé aun más estupefacta, no estaban ni el coche ni Keiichi, me lo iba a cargar, definitivamente me lo iba a cargar y nadie podría decirme nada, empecé a correr como alma que lleva el viento, me serviría para calentar antes de darle la paliza de su vida.

Cobarde.

Una vez llegué todos se me quedaron mirando, tenía todo el cuerpo bañado en sudor, el pelo se me pegaba a la espalda y la frente y el pecho me subía y bajaba a una velocidad considerable, miré a todos lados, parecía la mala de una película de terror, pero en bikini.

—¿Dónde está número dos?— Mi pregunta era muy clara, pero la gente estaba mas callada que nunca, incluso varios paramilitares que se encontraban ahí estaban sin habla. —He dicho que donde está Keiichi.— Este grito fue el mas desgarrador que había soltado nunca, probablemente me quedaría sin cuerdas vocales después de eso, pero había funcionado un chico me había señalado la sala donde nos reuníamos y ahí fui, con un subfusil ajeno en la mano, ni siquiera me había molestado en tocar a la puerta, le había pegado varios tiros al cerrojo para luego abrirla de una patada.

Nada más entrar tenía la katana de Samura en el cuello y a Niragi apuntándome a la cabeza, poco me importó, ahí estaba Keiichi, tan tranquilo tomándose un café o lo que sea.
—Tú, pedazo de cabrón, te voy a desmembrar vivo hijo de la gran puta.— Corrí hacia el unos pocos pasos haciéndome por el camino un corte en el cuello con la katana, hasta que Aguni me atrapó por detrás, bloqueándome los brazos mientras su fuerza amenazaba con romperlos, yo solo forcejeaba paranoica.

—Aguni suéltame porque me tengo que cargar a ese trozo de mierda.— Keiichi me miraba tranquilo, tomando su café como si no estuviera pasando nada, yo mientras tenía a mi primo el gigante casi rompiendo mis brazos y las cataratas del Niagara en mi cuello.

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⏰ Última actualización: Dec 24, 2022 ⏰

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Obsesión | Suguru NiragiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora