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Mi nombre es Heidi Turner, bienvenidos y bienvenidas, es mi turno de relatar.



Había entrado a la oficina de uno de los maestros, mi desempeño académico llamo la atención de un tutor en especial.

Damian Thorn.

El maestro religioso, uno de los mas importantes y una de las cabezas del comité de maestros, es conocido por su carácter realmente serio, monótono, pero con un encantador físico y sus peculiares ojos rojos.

En cuanto la perilla dorada en mi mano giró y abrió la puerta, la luz que venía del exterior iluminó la obscura oficina, dejando ver solo una vela en el escritorio, con solo una biblia adornando el obscuro café de la madera del mueble.

Cerré la puerta tras de mi, dejando a la vela iluminar con una luz tenue la habitación.

Entonces una voz penetrante sonó detrás de mí.

-Heidi, bienvenida- volteé solo para ver la gigante figura de mi maestro.

Completamente embriagador.

Lo saludé amablemente, agradeciéndole el haberme invitado a su oficina.

El me invitó a hechar un vistazo a su oficina, a lo cual yo no negué.

Solo habían millones de libros acomodados en sus libreros, biblias, rosarios y libros de antiguas épocas realmente interesantes.

Una de las cosas que llamó mi atención, fue que en un pequeño sofá con bordes de hilo fino, había una sábana admirablemente blanca, al lado de una pequeña vela.

Regresé mi vista a la biblia del escritorio, acercándome, escuchaba cada paso de mis tacones, y cuando el dichado libro posaba enfrente de mi lo empecé a ojear.

- Dios es Grande Heidi... No es verdad?-
Mi maestro comenzó a hablar, tenía una voz serena, podía sentir sus ojos punzantes en la orilla de mi hombro.

-a si es, Sr Damien- le contesté, casi encantada por su voz.

- Dios es Tan Grande.. consume paso a paso cada bondad.. cada pecado... Cada mentira-

Sentí como los nervios me consumía, como su voz recorría mi espalda.

Yos solo asentí a sus comentarios.

- pero.. desgraciadamente... Deja hambriento al demonio- su voz de volvió suave, caminando hacia mi, y por inercia yo retrocedí, chocando con la sábana blanca.

- y como todo ser vivo.. necesita comer.- lo último lo dijo fríamente, consumiendo el silencio d la habitación dandole espacio al sonido de la sábana blanca desplazarse en el aire y estrellarse en el suelo ya que el maestro la tomó.

El miedo y el terror me comían viva, lo sentía en la punta de mis dedos, y como agua fría en la cabeza.

Era un chico de cabello largo hasta los hombros, pálido, con vestimenta de la academía, y con la boca llena de sangre... Pedazos de piel adornaban su cuerpo.

Tenía los ojos abiertos... Cínicamente fijados en mi.

El cuerpo se levantó, sentí como hasta mi alma se retorcía.

Unas horriblementes majestuosas alas salían de el.

Curiosas alas color vino.



Lo único que recuerdo es... Es como el chico blondo me tomó del cuello.. para que así mi cuerpo fuese destripado y comido por el..

Después de todo... El Demonio necesita comer.





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