Parte 1

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—No lo veo por ninguna parte— dice un chico caminando por toda la habitación, la cual estaba muy desordenada.

—¿Miraste detrás de la puerta?— dijeron al otro lado de la línea.

El muchacho estaba hablando por teléfono bastante acalorado, caminó hacia el lugar que fue señalado y ahí estaba lo que buscaba.

—Aquí está— mencionó tomando la bufanda y enrollandosela en el cuello—, no sé qué haría sin ti.

—Tal vez morirías— dice riendo contagiando al otro chico.

—Y que lo digas— respondió—, ¿ya vas a salir?

—Casi, estoy terminando de desayunar.— aclara.

—Joder, siempre ando molestando— se sienta en la cama jugando con unas ropas tiradas en el suelo—, discúlpame Luís, ya no jodo más.

Su tono había bajado, estaba algo triste.

—Marcos— lo llama—, Marcos— repite al no haber escuchado ninguna respuesta, esta vez recibió un quejido—, estoy cansado de decirte de que no eres una molestía para mí

—Pero...— Luis no lo deja terminar.

—Eres mi persona favorita, siempre estaré para ti.— le dijo y en su lado se escucha el sonido de un golpe— ¡Mierda!

Marcos se levanta algo preocupado.

—¡Dile que no te haga nada, yo pago el rescate!— del otro lado se escucha un resoplido y una risa fuerte.

—Deja el drama Marcos, fue el refri.

La risa sonaba sincera, como siempre.

—Anda, termina de recoger la ropa de la habitación, te espero en 10 debajo de tu casa.

—Vale... Espera ¿Cómo sabes que tengo ropa por toda la habitación?— Amenaza sin mucha fuerza.

—Gafes del oficio.

—no me simpatiza usted, señor.

Cuelgan el teléfono.

Después de que marcos terminó de recoger el desastre que tiene como habitación se dirigió al baño y se observó.

Pelo castaño claro, pecas en la cara, ojos cafés. Un corte de cabello muy introvertido típico de él.

No era muy alto, oscilaba por la media 1.76cm de alto. No era muy delgado, pero mantenía su cuerpo en forma porque Luís lo llevaba al Gym todas las tardes después del colegio.

Su ropa era muy opaca, un pantalón de mezclilla claro y una polera gris con su bufanda blanca y negra.

No hacía mucho frío, pero es que en esos días tenía la garganta un poco enferma y no quería perder la voz.

El ruido de un claxon le impide seguir inspeccionando sus ojeras. Bajó corriendo tomando una bolsa de papel que había en la mesa, salió y vio un auto negro, un Mustang, se subió en él por el asiento trasero ya que el del copiloto estaba ocupado por una chica.

—Hola, Natalie.— saludó sin quitarle la vista a su bolsa.

—Buenos días a ti también Humberto— dijo Luis fingiendo molestia.

—Toma, no joda más— le pasa una botella con algo.

—¿Qué es?— pregunta Natalie.

—Es el néctar de los dioses— empieza a hablar Luis con la mirada pegada a la botella.

—Ya se le pegó lo tonto, eso son artimañas tuyas Marcos.— miró frunciendo el entrecejo de manera incriminatoria.

—Es malteada de Trigo, sólamente eso.— dice Marcos encogiéndose de los hombros mientras ve como Luis se toma el contenido de la botella.

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