∙ 1 ∙

711 31 14
                                    

Llego a mi trabajo como mesera en un bar de Madrid, en el que me pagan bien y dan buenas propinas, aunque no me conviene mucho ya que salgo tarde y no me da tanto tiempo para estudiar.

Empiezo a atender a los clientes que van llegando y salen, cuando faltan unas horas para cerrar cuatro chicos entran, uno muy alto con sombrero, otro con gafas, el otro con el cabello largo y el último alto con barba y se ve muy bueno.

Se sientan en la barra y me acerco antes de que mi compañero lo haga, me da una mirada fulminante, pero llego a los chicos.

—Bienvenidos, ¿qué desean beber? —digo con una sonrisa que nunca falla.

—Nos da tres cervezas, por favor —dice el de gafas.

—Y una copa de vino que usted me recomiende —le sigue el de sombrero.

—Ahora se los traigo.

Tomo las tres cervezas y cuando las destapo mi compañero corre a dárselas. Tomo una botella de vino que me encanta y sin duda alguna la recomiendo a cualquier persona, sirvo una copa y se la llevo al chico de sombrero.

—Aquí tiene —me agradece con la cabeza y me doy la vuelta para comenzar a limpiar las mesas.

Ser alguien que atiende a las personas en un bar no es nada bueno si estás estudiando, entro a la universidad a las diez y salgo a las siete, me cambió y vengo al bar que abre a las ocho, el problema: cierra a las dos de la mañana.

Mis pensamientos son interrumpidos por un ruido de una botella cayendo.

Volteó mi vista hacía la barra, mientras veo a mi compañero que sale por la puerta de atrás los cuatro chicos solo se quedan quietos.

Me acercó rápido y comienzo a levantar los vidrios. En un movimiento en falso me corto con uno y suelto una palabrota entre dientes.

—¿Está bien? —dice uno de los chicos.

—Todo bien.

En lugar de tirar los vidrios en la basura de cerca salgo atrás.

—¿¡A ti qué te pasa!? —le espeto a mi compañero que solo está fumando marihuana.

—Esta mierda ya no funciona igual.

—Me vale si tú mierda ya no te está funcionando, estamos trabajando ¿y sabes que es lo peor? qué a ti no te dicen nada, me lo cobran a mí —vuelvo a entrar furiosa para después ver a mi jefe en la barra.

—Dame un trago de brugal —dice él, ¿por qué tiene que ser su favorito?

Me acerco hasta dónde el está para susurrarle.

—Se cayó la botella.

—¿Dónde está? —dice refiriéndose a mi compañero.

—Atrás.

—Saca la botella de mi oficina.

Entro a su oficina y tomo la botella de brugal, cuando salgo le sirvo un poco en un vaso y sigo atendiendo a las personas que llegaron, pero ya habían tomado antes. Lo supongo por el olor de su ropa.

Los cuatro chicos que están en la barra —que a simple vista se pueden considerar como una banda de folk-pop— siguen pidiendo cervezas mientras hablan, de vez en cuando veo de reojo al chico que me pareció muy guapo.

Mi jefe entra y lanza un comentario refiriéndose a que despidió a mi ahora ex-compañero. Solo faltaba que me despidiera a mí, parece que al fin hay justicia.

Cuando casi estamos por cerrar uno de los cuatro chicos pide la cuenta, se las entregó y ahora el chico guapo me ve, pero no aparta la vista cuando yo también lo veo.

Me gusta.

Dejan el dinero en la barra y se van, me dejaron bastante propina, de verdad bastante.

—Me han dejado bastante propina —digo a mi jefe que me ayudo las últimas horas.

—Quédatela es tuya, termina de limpiar las mesas y ya te puedes ir.

Meto todo el dinero que me gané hoy en mi bolso y cuando terminó de limpiar las mesas como me lo pidieron me voy y vuelvo al hotel en el que duermo.


[]


La maldita alarma si sonó, pero estoy demasiada casada como para querer levantarme. Cuando pongo todas las opciones que tengo sobre la mesa me levanto, ya que no tengo otra opción más que hacerlo.

Me cambio lo más rápido posible para salir corriendo y dirigirme a la universidad, tuve suerte de no llegar tan tarde al hotel para hacer tarea, pero vaya desvelada que me he dado.

Me siento en uno de los pupitres que están atrás del salón. Hago todos los apuntes que sean necesarios para no reprobar el semestre. Cuando tocan el timbre decido no entrar a la siguiente clase.

Es viernes por lo que decidí tomarme el día libre, me arreglo para salir a un lugar en el que yo no tenga que atender a las personas.

Voy a un lugar no tan lejos de mi alcance para dentro encontrarme a una amiga, no tan amiga.

Después de tanto bailar voy a la barra, me siento en un banco y mientras me traen una cerveza alguien se sienta a mi lado.

—¿Eres la chica del bar? -—volteo a ver a la persona que mencionó eso.

El increíble chico guapo del bar.

—Soy yo —sonrió.

—¿Viene a otro bar trabajando en un bar?

—Es bueno salir de las zonas de confort —admito.

—Pues me alegra, mucho gusto Juan Pablo Villamil —me tiende una mano—. Pero me dicen Villa.

—Mucho gusto Villa —tomo su mano—. Soy Paula, pero puedes decirme Pau.

Llamada Perdida┊Juan Pablo Villamil┊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora