Capítulo 3

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La arena ardía de luces y gritos, los asistente se apiñaban en las gradas con la vista impaciente hacia la explanada, mientras los vendedores pasaban entre las filas ofreciendo frituras y cerveza. Un potente tambor encendía en el público y en los luchadores una inexplicable vocación primitiva. 

Aphelios, el lunari de tierras lejanas, apareció el primero llevándose el cuchillo a la frente como señal de saludo a los presentes. Sett  tardó varios minutos en bajar desde su palco, seguido de sus lugartenientes y después de muchas semanas sin pelear se mostró frente a sus admiradores con un abrigo de piel de búfalo purpúreo. Alzó los brazos para que pudieran ver las dimensiones de su fuerza. La gente gritó, contagiada de un espíritu de lucha. Si se miraba a los combatientes frente a frente la diferencia de tallaje se volvía obvia. Sett era muchísimo más corpulento. 

El mestizo observó de soslayo a su rival, por encima del hombro. Lo había visto pelear en varias ocasiones y había algo en él que le molestaba. Tenía una sensación extraña,  el mal presentimiento de que sería derrotado. Hasta entonces nunca había perdido, quizás era eso lo que lo volvía tan supersticioso. Le sonrió con sorna al extranjero con un destello en los colmillos, medio en burla, medio en amenaza. Aphelios levantó la barbilla, percatándose de que su oponente no era un humano, los ojos le brillaban como los de un lobo a medianoche. Sus peleas anteriores habían resultado sencillas, pero supo con un solo vistazo que ésta sería diferente, que tendría que pelear con toda su capacidad, sin miramientos. Los vastaya eran seres sobrehumanos después de todo. El lunari hizo de nuevo el saludo de su cuchillo, pero el patrón escupió al suelo con desprecio.

El gong de inicio sonó por toda la construcción.

Los luchadores iniciaron caminando en círculo, midiéndose entre sí. Sett observó duramente al otro. No había indicio de miedo en él, era pequeño en comparación, pero tenía una firmeza inexplicable. El vastaya no quiso pensar más al respecto y se arrojó al contrario. El lunari había esperado el movimiento y lo recibió directamente con la daga. Consiguió hacerle un corte poco profundo en el pecho. 

El jefe retrocedió unos pasos y puso la mano sobre la herida, llenándose los dedos de sangre. Sonrió como un coyote. 

—Perder no es lo mío. Mejor que te prepares.

Se lanzó de nuevo, esta vez con mayor empuje, Aphelios lo evadió como una sombra, haciéndole un corte en el muslo. El pantalón de seda blanca se manchó de inmediato. El público gritaba desde las gradas, a la expectativa. 

Sett no se retractó de sus ataques a pesar del dolor. En su experiencia consideraba que una vez  iniciado el encuentro no debías retroceder, por lo que siguió buscando sujetar al contrincante que se le escapó una y otra vez como si estuviera hecho de humo. Se estaba llenando de heridas que empezaban a escocer, la sangre bajaba en hilillos desde su cabeza y brazos. El vastaya sentía que su mal presentimiento se acercaba cada vez más a volverse una realidad. La gente gritaba desde las gradas, haciéndole aspavientos, algunos con rostros ansiosos, otros le aullaban en burla.

Estaba cansado y furioso. El extranjero lo observaba con una fría hostilidad, Sett odió la manera en que lo miraba, le recordó a muchas otras caras con la misma expresión de cautela y desprecio. Alzó la cabeza unos instantes para llenarse del aire de la arena y escuchar el tambor unos momentos. Su lado vastaya no despertaba fácilmente, pero el tambor y el ardor que estaba sintiendo en las heridas lo empujaban lentamente hacia el puente que debía cruzar.

Cuando consiguió aproximarse al adversario, éste lo recibió de nuevo con el frío de su hoja, esta vez Sett consiguió sujetarlo por la tráquea, preparó el puño y sus nudilleras golpearon la cara del rival múltiples veces, tintineando. La sangre lo salpicó como rocío, cuando creyó que estaba a punto de vencerlo el forastero le clavó el cuchillo en el muslo por segunda ocasión, así consiguió soltarse y saltar lejos de la mole que era el vastaya. 

Aphelios escupió sangre, respiraba con dificultad. No estaba seguro de si había perdido algún diente, pero podría creer que sí. El mestizo por su parte se tambaleó unos segundos, pero pudo equilibrarse de nuevo a pesar del mareo y colocarse en posición de pelea. Los asistentes vitoreaban por más, no se había visto un encuentro como ése en muchos meses y desesperaban por atestiguar cómo terminaría.

Esta vez Sett dudó en abalanzarse el primero  pero una vez que creyó, había recuperado algo de vitalidad, intentó acabar el enfrentamiento. Saltó extendido como un gran felino, con cara de guerra hacia el extraño pero éste lo evadió en el último segundo y conectó una fuerte patada directamente en la nariz de Sett que le hizo vibrar el cráneo. El mestizo cayó hacia atrás aturdido, cubriéndose la cabeza con ambos brazos pero el lunari no se detuvo, si antes sus ojos resultaban fríos ahora estaban hirviendo. Pateó el estómago del patrón con una fuerza insospechada, al final Sett dejó de cubrirse y lo enredó con sus piernas, haciendo que cayera también. El lunari hundió su cuchillo en uno de los brazos del mestizo y éste en una respuesta primitiva lo mordió en el hombro salvajemente, atravesando la tela de su vestimenta. Los luchadores brincaron con las pocas fuerzas que tenían lejos el uno del otro. Las gradas de pronto permanecían en silencio  y los gladiadores se miraron.

Sett pensó que devolvería el estómago de un momento a otro, Aphelios veía como a través de una bruma, pasó los dedos por la mordida preguntándose si se infectaría. El tambor continuó incitando a la pelea, pero los hombres apenas podían moverse. 

"Venga, estás a un golpe de ganar" se animó Sett.

Aphelios se reprochaba por no haberlo vencido todavía.

En el silencio momentáneo el vastaya detuvo la vista sobre el otro, queriendo predecir lo que iba a suceder. Pero no pudo ponerle un nombre a lo que percibía en los ojos de su contrincante. Si no podía leerlo habría que golpearlo.

Ambos recuperaron algo de fuerza y se arrojaron al encuentro que decidiría la pelea. 

Los segundos pasaron con una lentitud extraña para ambos, las cuchillas de Aphelios brillaron con la luz de las antorchas, Sett levantó los puños como un oso. El lunari encontró una abertura y  le hundió la daga izquierda en las costillas, Sett rugió como una marea y lo sujetó por los hombros dándole una cabezada contundente. Los gladiadores se tambalearon unos segundos antes de caer como bultos uno al lado del otro. El público reventó en un griterío  eufórico.










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⏰ Última actualización: Apr 12, 2022 ⏰

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